Algunos artículos que he publicado para El Definido han nacido por hechos puntuales de la contingencia; otros, por sugerencia de terceros. En menor medida, algunos artículos nacen de una inquietud personal: este es uno de esos últimos.
Todo comenzó en mayo de este año, cuando volvía de tocar en Los Ángeles (VIII Región) con Lucho Alarcón, mi amigo y compañero de dúo. Mientras íbamos en el bus, me contó de una clase magistral a la que asistió una vez, en la que el expositor habló de cómo él veía, tras girar por todo Chile y el mundo, que las ciudades lluviosas eran las más fecundas en talentos musicales. Algo había en la lluvia que hacía que la música prosperara, como un verdadero cultivo.
¿El clima influyendo en los talentos musicales? ¡Es ridículo! –Pensé yo.– Cualquier estadístico se reiría a carcajadas con semejante hipótesis. Sé que hoy en día es fácil aventurar correlaciones sin cuidado (como la aberración de las vacunas y el autismo), pero de cualquier modo me pareció una suposición algo antojadiza y arriesgada. O sea, Glasgow, Birmingham y Seattle son importantes canteras de músicos en el mundo, pero no es tan fácil como llegar y echarle la culpa a la lluvia.
Fue entonces que volví a Santiago y, aún con la conversación con Lucho resonando en mi cabeza, me comencé a dar cuenta de cómo un montón de músicos de Temuco a Punta Arenas están triunfando en la difícil escena musical santiaguina, y la idea comenzó a parecerme cada vez menos descabellada. Concepción ya antes ha sido llamada La Cuna Del Rock Chileno, y no porque sí. Mal que mal, desde Los Tres hasta Niño Cohete, importantes artistas nacionales han tocado sus primeras notas en Concepción mucho antes de hacerse famosos en la capital. Entonces, si ya antes se ha visto cómo generaciones completas de músicos han surgido en regiones, ¿por qué no creer que hoy es el turno de las regiones de más al sur?
No hablo de que no haya músicos de otras ciudades teniendo éxito, ni que estadísticamente sea mayor el éxito para los sureños que para el resto. Solo digo que hay una presencia plausible y significativa de músicos que han venido a “colonizar” la capital, y han tenido gran éxito.
Por eso es que decidí investigar un poco y ver a qué llegaba.
Me reuní a conversar con músicos, busqué entrevistas, conversé con gente y, aprovechando una gira al sur, aproveché de mirar con ojos de afuerino lo que pasaba al viajar a tocar en mis tierras.
Una de las primeras conclusiones a las que pude llegar fue que la educación es un factor fundamental. Fue lo primero que salió a colación al conversar del tema con el guitarrista unionino Matías Alderete. Nació en Santiago, pero se mudó a La Unión (Región de Los Ríos) teniendo tan solo un año de edad. Allí creció y desarrolló su afición musical, que con los años lo llevaría a convertirse en un componente de la destacada generación de músicos de La Unión que está explotando a nivel nacional. Junto a él, músicos como Diego Fuschloher (baterista de LÓPEZ), Natalia Pérez (baterista y cantante de Amanitas, músico de Javiera Mena) y Johan Pastén (bajista de Roque, bajo eléctrico y coros en Sangre de Toro), entre otros, suenan con fuerza en radios y escenarios dentro y fuera del país.
Amanitas: gira por China 2016. |
“En La Unión hubo tres docentes que formaron a toda esta generación de músicos que hoy destaca”, comenta Alderete. “Uno de ellos fue Leonardo Mendoza, el profesor que me formó a mí y a varios más, y a quien le debo gran parte de mi iniciación como músico.”
Un segundo factor importante es la valoración de la música como un bien escaso. Las largas distancias, y la hostil geografía en zonas más extremas, hacen difícil la tarea de llevar música al sur. Por eso es que las audiencias vibran mucho más con la idea de asistir a conciertos o adquirir discos. La dificultad que acarrea es el atractivo principal de todo el asunto.
“Al ser músico de región cada cosita musical que llega es como un tesoro. Para un músico de Santiago tocar en La Batuta puede ser bacán y todo, pero para mí cuando chico tocar en La Batuta era como llegar a Wembley”, añade Matías.
Al tocar este punto se me hizo imposible no recordar aquella vez en que, tras una presentación en Chiloé, la gente se acercó a nosotros para agradecernos por haber ido a tocar frente a ellos. No nos conocían, pero tan pronto supieron que iríamos dijeron “presente”. Si alguien viajaba quince horas desde Santiago para tocar en Ancud, había que ir a ver su show.
“Cuando hay pocos lugares para tocar hay menos segmentación del público y de los mismos músicos. Nosotros nos juntábamos todas las semanas en el único local de música en vivo de La Unión, y ahí tocaban de todo. Eso nos nutría de géneros y estilos nuevos en nuestros oídos, y además generaba una unidad súper fuerte entre nosotros.”
Matías Alderete. Foto por: Flashpuq Fotografía. |
Este factor solidario que menciona Matías es importante para potenciar a los artistas fuera de sus regiones, pues convierte a quienes emigran a otras ciudades en una especie de embajadores extraoficiales, que con su trabajo posicionan el nombre de su ciudad a nivel nacional o internacional. El apoyo de sus cercanos y la difusión de los medios locales ayudan enormemente a potenciar sus carreras.
En este sentido, uno de los casos más emotivos del último tiempo fue el del joven y destacado contrabajista clásico Héctor Arteaga, quellonino de nacimiento pero radicado en Santiago, que desde sus primeros años en la música levantó el orgullo de su comunidad. Orgullo que se transformó en apoyo para él y su familia cuando una miocarditis casi le costó la vida, a mediados del año pasado.
Héctor Arteaga, contrabajista quellonino. Foto por: www.colegiodeprofesores.cl |
“En el sur existe esa contemplación, donde tú tienes tiempo para ti mismo”, dijo César Haro a Rockaxis TV, cuando le preguntaron sobre qué tiene la zona austral que la hace tan fecunda y única, sobre todo desde la gestación de importantes bandas de rock como Hielo Negro, Turbo Diesel o la misma Icarus Gasoline, de la cual él es vocalista y guitarrista. “Tienes más tiempo para tocar encerrado en la pieza, te trasladas en distancias más cortas, entonces tienes tiempo para la vida. Acá (en Santiago) pierdes mucho tiempo trasladándote y haciendo cosas que te quitan tiempo para la música.”
Entonces, ¿es una diferencia en cómo los jóvenes usan su tiempo libre? ¿Es la educación musical? ¿Es la escasez de música la que obliga a los jóvenes a buscarla con mayor esfuerzo? ¿Es la lluvia?
A falta de una respuesta concluyente, solo puedo decir: todas y ninguna de las anteriores. Lo que sí está claro, es que la nueva cara de la música chilena viene superando barreras geográficas, sociales y económicas a paso firme, demostrando que en Santiago está el gallinero, pero los huevos están en el sur.