Imagen: César Mejías

Por qué se justifica gastar billones en ciencia (incluso la que creemos inútil)

Inversiones millonarias en investigaciones, descubrimientos específicos y papers que el común de los mortales no entiende. ¿Cuál es la utilidad de todo esto y para qué nos sirve a nosotros? Un compatriota científico nos lo explica.

Por Alex Gormaz-Matamala @agormazm | 2016-08-10 | 17:00
Tags | ciencia, investigación, tecnología, pensamiento crítico

¿Para qué sirve la ciencia? ¿Para qué sirve gastar millones en construir telescopios, láseres o cualquier otro aparato raro del cual sólo un puñado de gente sabe usarlo? ¿Sirve de algo el descubrimiento de un nuevo planeta o calcular la temperatura de una estrella en nuestra vida diaria?

Éstas son preguntas con las que en más de alguna ocasión nos hemos tenido que enfrentar. Y es natural que surjan: después de todo, siempre hemos considerado a la ciencia como algo extremadamente complicado y que sólo unos cuantos (generalmente gente "sin vida") entienden. Entonces, se produce un distanciamiento entre la gente que hace ciencia y el resto de la sociedad, al punto de que a veces caemos en el estereotipo de imaginarnos a los científicos como personajes siniestros de bata blanca y trabajando en laboratorios secretos, conspirando contra la humanidad (si no me cree, sólo dé una vuelta por internet y encontrará toneladas de conspiraciones en donde los científicos u ocultan verdades a la gente o desarrollan enfermedades, etc. etc. etc.).

Pero la realidad es menos tragicómica. Los científicos somos personas de carne y hueso, que por vocación decidimos dedicarnos a estudiar cómo funciona la Naturaleza a la que tanto queremos, en sus múltiples facetas. Trabajamos en universidades y centros de investigación, los cuales son financiados mayoritariamente por fondos públicos. Así es: la ciencia, sobre todo las Ciencias Básicas como la Física o la Astronomía, se financian con los impuestos que pagan los propios ciudadanos. Es por eso que lo que nosotros hagamos debe ser de conocimiento público: se lo debemos a la gente que nos paga nuestro sueldo. Y por esta misma razón entonces, es que nuestra misión es también acercar la ciencia a la gente que la financia, explicando los beneficios que ésta nos trae.

Ciencia a largo plazo: tecnología

Entonces, ¿para qué sirve la ciencia? ¿qué beneficios nos trae? Para responder a esta pregunta nosotros recurrimos a nuestra arma favorita: la tecnología. Toda la tecnología que existe proviene de estudios científicos que se hicieron mucho tiempo atrás. Toda la telecomunicación de la actualidad jamás habría sido posible sin que James Clerk Maxwell formulara las ecuaciones que describen el electromagnetismo (ecuaciones que llevan su nombre). El estudio de virus y bacterias ha permitido la curación y erradicación de múltiples enfermedades que antiguamente mataban a millones de seres humanos.

Mi ejemplo favorito de tecnología nacida a partir de la ciencia es el horno microondas. El estudio de la molécula de agua mostró que ésta era capaz de absorber fotones con una longitud de onda de 122 milímetros, en el rango de microondas del espectro electromagnético. Es decir, si un recipiente de agua recibe radiación en tal frecuencia, las moléculas de H2O comenzarán a vibrar y, por ende, el agua aumentará su temperatura. Por otro lado, la incipiente industria espacial de los años 60 lidiaba con un problema: ¿cómo podrían los astronautas calentar comida sin gastar oxígeno? El oxígeno era un recurso muy valioso como para gastarlo cocinando alimentos. Ambos sucesos científicos permitieron el invento y posterior masificación de un horno que calentaba los alimentos sin fuego: simplemente "excitaba" las moléculas de agua presentes en él. Éste es, entonces, un ejemplo de cómo a partir de la ciencia supimos desarrollar un invento que utilizamos en nuestra vida cotidiana. Nótese en este último ejemplo, que quienes estudiaban la molécula de agua nunca pensaron en los beneficios que traería su investigación.

La principal motivación para hacer ciencia siempre es y ha sido la curiosidad: ellos simplemente querían saber cómo se comportaba la famosa molécula. Lo mismo pasó con Maxwell: él jamás pensó en qué aplicaciones tendría toda la teoría electromagnética que formuló. La tecnología derivada de aquí llega con tantos años de desfase, que es imposible imaginar qué utilidades tendrán los estudios de ciencia básica que hacemos ahora (o si las tendrá realmente o no). Nosotros simplemente lo hacemos motivados por la curiosidad.

Pensar en los beneficios de la ciencia implica sí o sí pensar a largo plazo, sin embargo, la ciencia también tiene aplicaciones "a corto plazo", las cuales no se enfocan tanto en los descubrimientos que hagamos, sino más bien en la metodología que aplicamos: el Método Científico.

Ciencia a corto plazo: el pensamiento crítico

La ciencia es una disciplina. Es una forma de estudiar la Naturaleza que nos rodea de modo de comprenderla mejor, en base a una metodología precisa. ¿Por qué necesitamos una metodología precisa para hacer ciencia? La razón es simple: para eliminar lo más posible los sesgos que tendrán nuestras conclusiones.

Los seres humanos somos muy malos observadores. Producto de nuestra propia ignorancia y del hecho que no podemos percibir todo al mismo tiempo (acá puede verificarlo usted mismo), tendemos a sacar conclusiones apresuradas acerca del mundo que nos rodea. A eso llamamos un sesgo: interpretamos subjetivamente lo que vemos, poniendo atención sólo a algunas cosas y no a otras. Así fue como antiguamente pensamos que éramos el centro del Universo, sólo porque los cuerpos celestes parecían girar en torno a nosotros. También pensamos que todos los seres vivos eran entidades perfectas, simplemente porque inicialmente no entendíamos las implicancias de la genética.

La ciencia desafió esta visión, proponiendo su metodología basada en dos pilares: la duda y la experimentación (podríamos incluir la observación como tercer pilar, pero tal como ya vimos, ésta por sí sola nos lleva a sesgar la información que recibimos). La duda desafía nuestra observación, al hacernos notar que debemos cuestionar lo que vemos y lo que damos por sabido.

Un ejemplo: suponga usted que quiere medir el tamaño del Universo calculando las distancias de todos los cuerpos celestes a simple vista. Naturalmente, el objeto más lejano correspondería a los límites del Universo porque no hay nada más lejano a eso. Sin embargo, ¿qué pasa si hay objetos mucho más lejanos que simplemente no podemos ver por alguna razón? Éste es un ejemplo de cómo al dudar de nuestras observaciones somos capaces de vencer nuestro sesgo (sólo puedo ver hasta cierto punto) y entonces conocer más acerca del Universo. El cuestionarse las cosas es la base de la ciencia: asumimos nuestra ignorancia ("sólo sé que nada sé", como decía Sócrates) y con ello nos proponemos llegar más allá de lo que ya se da por sabido. Sin embargo, esto por sí mismo no basta.

El segundo pilar es la experimentación: esto es, recrear las observaciones de modo de ponerlas a prueba. Sí, los experimentos sirven para poner a prueba a la naturaleza. Si usted va a al campo, no puede simplemente sentarse a esperar que algo caiga por sí solo para demostrar que existe la fuerza de gravedad. Necesita tomar usted mismo algún objeto y estudiar qué le sucede. La experimentación entonces, permite sacar conclusiones que sean válidas siempre y no sólo cuando ocurren espontáneamente en la naturaleza. Y la experimentación posee otro elemento clave: al ser una prueba bien definida, cualquiera puede realizarla: ya no depende de una sola persona. La ciencia se desprende, entonces, de la visión particular de una sola persona, y hace que el conocimiento sea algo colectivo.

Estos dos pilares mencionados conducen hacia una forma determinada de pensar: el pensamiento crítico. Esta forma de pensar es la que nos permite cuestionar lo que hay a nuestro alrededor. Es la que nos permite preguntarnos "¿será cierto eso?", y nos da pie para investigar por cuenta propia. El pensamiento crítico está fuertemente ligado a la ciencia: no se puede ser científico sin pensamiento crítico, pero lo maravilloso es que ¡sí se puede tener pensamiento crítico sin ser científico!

No necesita dedicarle su vida a la ciencia para aprender a cuestionar el mundo que lo rodea y la información que le llega. De hecho, el pensamiento crítico es uno de los elementos primordiales que nos pueden definir como seres humanos racionales. Nos permite rechazar las verdades impuestas, y buscar el saber por cuenta propia. Un ejemplo, si una persona (que usted puede estimar mucho) le dice que Fulano le robó, ¿usted le creería simplemente porque sí? Si a usted le trataran de vender una receta mágica que cura el cáncer, ¿la compraría inmediatamente o le pediría al vendedor que le demuestre que su producto funciona? El pensamiento crítico es el que nos hace cuestionarnos lo que nos dicen, analizar los hechos y luego llegar a conclusiones. Eso es lo que nos convierte realmente en seres pensantes en vez de simples corderitos.

Aplicar el pensamiento crítico a la información que recibimos nos permite no sólo rebatir ideas incorrectas, sino también complementar las ideas correctas. De aquí vemos entonces que el conocimiento es algo colectivo, se construye entre todos quienes deseen sumarse. De aquí aprendemos también un importante baño de humildad: las conclusiones a las que podamos llegar nunca son definitivas, siempre está la posibilidad de que otra persona (incluso nosotros mismos) las modifique a futuro. Recordemos que el conocimiento está en constante movimiento, por lo que tenemos que ir actualizando lo que sabemos todo el tiempo.

Como conclusión, el mayor aporte que puede hacer la ciencia a corto plazo es la enseñanza del Pensamiento crítico. La misma metodología que usamos para calcular las propiedades de las estrellas o la expansión del Universo o la anatomía de un animal nos es útil en nuestra vida diaria, para analizar el mundo que nos rodea y tomar decisiones en base a eso. El pensamiento crítico nos sirve para un tópico que ya habíamos conversado en un artículo anterior: el saber discernir entre lo importante y lo insignificante ante un mar de información. Éste es, la principal lección a corto plazo que somos capaces de extraer de la ciencia, por ello es importante seguir cultivándola.

Para cultivar pensamiento crítico, es necesario que comuniquemos la ciencia de forma diferente. Al comunicar acerca de algún hallazgo, importante que nos enfoquemos en el contexto (el cómo se hizo, qué esperábamos encontrar el principio y por qué) más allá del simple resultado. Así, la sociedad sabrá cómo se trabaja realmente dentro del mundo científico, aprenderá a pensar críticamente, echará por tierra las clásicas visiones estereotipadas y, por sobre todo, aprenderá a valorar la ciencia como un bien común y apreciará nuestra profesión.