Verdades de destrucción masiva

¿Existe una verdad única o sólo percepciones? ¿Por qué y para qué criticamos? ¿Cómo hacerlo de manera que provoque los cambios que queremos?

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-07-17 | 09:06
Tags | constructividad, consejos, críticas
"Si lo que realmente queremos es aportar con nuestra perspectiva, no basta con lanzarla al público como si se tratara de una bomba de racimo"

Desde pequeños nos han enseñado que en la vida hay que decir la verdad. Aunque duela. En la teoría suena simple y bonito, pero en la práctica es muy fácil ofender a alguien, meterse en una pelea e incluso perder un amigo. 

Es que cuando tu señora o polola te pregunta “¿Cómo me veo con este vestido?”, el responder “Te ves gorda” rara vez es una posibilidad, aunque así se vea. Entonces, a la hora de los quiubos ¿qué se hace? ¿se miente descaradamente? ¿u optamos por maquillar, suavizar u ocultar la verdad para hacerla más digerible?

¿Es tan verdad?

Recuerdo una vez que fui con mi señora donde una nutricionista. La mujer nos hizo un estudio muy completo que incluía el saborear un pedazo de papel especial. Después de probarlo nos preguntó: “De 1 a 10 ¿qué tan amargo lo sentiste?”. Yo respondí 1, pero mi señora casi vomitó. Yo no podía creerlo. Resultó que incluso algo tan “objetivo” como el sabor de un material, también depende de la persona que lo está probando.

Desde ese día no dejo de preguntarme si es tan válido esgrimir que las cosas “son objetivamente así” sólo porque yo o un grupo las ve, escucha, prueba o entiende de esa forma. Tampoco es que yo ahora relativice todo lo que se opina, pero, desde ese día, tengo en cuenta lo mucho que puede influir nuestra percepción a la hora de entender la realidad. Porque una “verdad”, por más universal que nos parezca, siempre será “nuestra verdad”. Entonces ¿qué sentido tiene decir nuestra opinión?

¿Para qué decir algo?

El hombre se comunica para generar cambios, tanto en él como en su entorno. Si entendemos la comunicación desde esta perspectiva, la pregunta de fondo es qué cambio queremos generar al expresar nuestra opinión. 

Es común encontrarnos en la calle, en la TV y más aún en las redes sociales, con los terroristas de la verdad: agentes preocupados de pregonar sus certezas sin importar a quién ofenden, qué peleas generan o por encima de quién tengan que pasar, siempre defendiendo su agresiva forma de comunicación con frases como “la verdad duele” o “lo siento, pero es verdad”. Muchas veces me sorprendo a mí mismo cayendo en esa actitud soberbia en la que me dedico a desparramar verdades sin preocuparme de a quién afecte. Y cuando analizo el por qué caigo en esas actitudes me doy cuenta que, aunque me siento movido por un supuesto ideal de justicia, al final no es más que una forma de desahogo personal o un intento de vanagloriarme a través de mi opinión. Es por esto que, si lo que realmente queremos es aportar con nuestra perspectiva, no basta con lanzarla al público como si se tratara de una bomba de racimo. También tenemos que preocuparnos de la manera en la que la transmitimos.


Qué, cómo, cuándo, dónde y quién.

¿Queremos aportar con nuestra opinión? Entonces preocupémonos de la forma en la que la comunicamos, teniendo como objetivo maximizar el aporte. Para esto, es importante que antes de abrir la boca (o posar nuestros dedos sobre el teclado) nos hagamos las siguientes preguntas:

¿Qué vamos a decir? Porque uno no anda por la vida diciendo todo lo que piensa, sobretodo cuando no se nos ha preguntado nuestra opinión. ¿Qué sentido tiene decirle “eres feo” a alguien que consideramos feo? ¿Conseguimos algo constructivo diciéndolo? Es importante entonces, en primer lugar, saber qué vamos a comunicar, dependiendo de qué queremos lograr.

¿Cómo lo vamos a decir? No se trata de ablandar el discurso, se trata de entender que la forma en que se dicen las cosas cambian drásticamente su impacto. Ser demasiado blando con alguien que está actuando con soberbia puede hacer que el mensaje le resbale, mientras que ser demasiado duro y ofensivo con alguien que ni siquiera conocemos puede generar rechazo al mensaje que quieres entregarle.

¿Cuándo y dónde lo vamos a decir? ¿Sacar los trapitos sucios en medio de una reunión familiar o salir solos a tomarse un café? ¿Comentar públicamente por twitter o mandar un correo privado? El medio y el momento en el que se entrega una opinión habla mucho de tu intención (constructiva o destructiva) a la hora de expresarte. Ser atinado y oportuno es clave a la hora de generar el impacto que se quiere. 

¿Quién debería decirlo? Aunque nos cueste aceptarlo, muchas veces no somos la mejor persona para decir algo, porque el emisor de cierta información juega un papel clave a la hora de interpretarlo. A veces, para comentarle algo conflictivo a los suegros, es mejor recurrir a la señora: Ella sabe mucho mejor cómo hablar con sus papás y en caso de que se genere un conflicto, ella tendrá muchas más herramientas para solucionarlo. Otras veces en cambio, es mejor hacerlo uno mismo, porque la cercanía de la señora con sus papás le puede quitar autoridad. Lo importante es entender que el impacto del mensaje siempre cambia dependiendo de quién lo transmite.

Denuncia o aporte.

A fin de cuentas, la clave para no ser innecesariamente ofensivo o conflictivo a la hora de expresar nuestra opinión, es tener claridad respecto a qué queremos conseguir al expresar nuestro punto de vista. Para mantenernos constructivos es importante actuar de forma clara, sencilla y empática. Esto no quita que podamos ser duros, directos y sinceros, pero velando no sólo por la emisión de nuestro discurso, sino también por su recepción. 

Porque así como una idea mal expresada puede ser una verdadera bomba atómica que sólo producen dolor y conflicto, una idea bien expresada puede ser una semilla que genere unión, permita abrir nuestras mentes y a corto o largo plazo, dar sabrosos frutos. Lo importante no es el mensaje, es lo que consigues al transmitirlo.