La fiesta de Haloween y las nuevas tardes ochenteras de Canal 13, me pusieron nostálgica (por no decir vieja) y por algunos minutos hice un viaje a mi niñez. Comencé a recordar las series que me gustaban, los artistas de los cuales era fan (tuve un poster de Pablito Ruiz en mi pieza a mucha honra) y las cosas que me daban susto. Y es cierto que en los últimos 30 años los niños han cambiado mucho, en su forma de entretenerse, de ver la vida, de vincularse, pero al parecer los miedos infantiles son intergeneracionales y más antiguos que el hilo negro.
Muchos de estos sustos me los aportaron mis queridos amigos twiteros. Gracias por esos datos. Y otros mis hijos, lo que me hizo darme cuenta que si bien los pantalones nevados, los zapatos pluma, bailar lentos y arrendar películas ya está pasado de moda, los miedos infantiles siguen intactos y muy vigentes.
Vamos con el ranking.
Fue uno de los terrores más mencionados. Tal vez porque la imaginación comienza a desbandarse y donde hay una escoba se vislumbra una mujer chascona decapitada o donde queda un cerro de ropa se ve el cadáver de una bruja maléfica. Los closets abiertos con oscuridad tampoco son buena mezcla, porque fijo que ahí uno se imagina a un muñeco tipo Chucky que te mira fijamente mientras tratas de conciliar el sueño. ¿Entonces? Luz prendida all night long, amigarse con los dueños de Chilectra y saber que por años parte de nuestro sueldo irán directamente a financiar sus vacaciones (y fuera de bromas, aquí una ayudita de El Definido para que los padres logren disminuir el terror de sus hijos a la oscuridad).
Más que tenerle miedo a los payasos, básicamente siempre los encontré fomes y gritones. Espero que no salte la Asociación de Payasos Unidos a trolearme por esto. Sin embargo fue uno de los personajes más nombrados para asociarlo con los miedos pueriles (no participó Trump en el concurso eso sí). El cine, como recuerda esta nota de El Definido, tiene bastante responsabilidad. Personalmente, tal vez al único que encuentro bien siniestro es al famoso Ronald, rostro de la cadena de comida rápida más grande del mundo. En verdad pareciese que está pensado PARA aterrorizar a los niños y ser protagonista de sus pesadillas. El 2001 Ronald era un hit, según el libro “Fast Food Nation” el 96 % de los niños gringos lo conocía y su popularidad era solo superada por el Viejito Pascuero. Sin embargo hoy para la cadena de comida rápida parece que Ronald está transformándose en un hijo “cacho” y han decido darle una larga licencia por el “miedo a los payasos terroríficos” que ha provocado en USA . Bienvenido a la jubilación anticipada Ronald.
Bonus Track: en esta categoría también califican los "monos" de supermercados que aparte de generar pavor en el cabrerío, también atentan contra la calidad del aire cuando un pobre ser humano se mete a ese disfraz en los días que hay 30 grados. PIEDAD.
Las vacunas e inyecciones son y serán probablemente una causal del pánico infantil por los siglos de los siglos. Objetivamente ya no duelen tanto, sin embargo no hay dulce que logre controlar la ansiedad de saber que estamos próximos a una de esas terribles agujas. Además mientras la enfermera más te dice “relaja el músculo” más tenso se pone uno. Dan ganas de decirle: “Amiga me estás pidiendo un milagro y en buena… ¡tengo OCHO años!” Súmale dramatismo si es que los glúteos son el lugar en cuestión, porque además de sentir susto por el pinchazo la vergüenza de mostrar las partes privadas tampoco ayudan. Solidarizo con ustedes hijos míos.
Existirán los Play Station más modernos, los mejores celulares y aplicaciones para capturar la atención de los más chicos, pero pocas cosas logran concentrar más el interés de un niño que una impactante historia de miedo contada a la luz de la luna y en compañía de los amigos. El mítico Tue Tue, ese pavoroso pájaro que según los mapuches si le cantas ya estás irremediablemente condenado a morir, mantiene una llamativa popularidad en los tiempos actuales. La ouija sigue siendo un juego ampliamente difundido y al cual confieso que le tengo además de susto, respeto. ¿Para qué andar molestando a los que ya se pusieron el pijama de palo? Como diría Juan Gabriel desde el más allá: ¿Pero qué necesidad?, ¿Para qué tanto problema?
Y ¿qué me dicen la La Llorona? Una twittera famosa y mi hijo de 10 años la tienen en el ranking número 1 cuando hablamos de MIEDO. Está suave la historia en todo caso: se trata de una mujer que mató a sus hijos, los busca en vano y se aparece en la noche con un dramático llanto. Vamos llamando a la Unidad Coronaria Móvil. También me percaté que aún varios ocupan al Viejo del Saco como amedrentador o recurren a la “súper pedagógica” idea de decirles a los niños que el camión de la basura se los va a llevar si se portan mal. No basta con que los basureros tengan que bancarse las cochinadas de todos los chilenos, sino que además los acusamos de secuestradores. Estamos buena onda.
Todo cambia y nada tanto. Y eso es bonito porque, aunque creamos que hay un mundo de diferencia entre nuestra infancia y la de nuestros hijos, la necesidad de un abrazo apretado en la noche se mantiene intacta. Por eso soy de la idea que frente al miedo los padres siempre tenemos que apañar. Porque hemos estado ahí. Y porque cuando veíamos a Freddy Krueger sentado en nuestras camas, estábamos seguros que no eran una ilusión y nuestros tiritones eran reales. Y si no están nuestros papás ahí para decirnos que todo se solucionará… ¿cuándo entonces?