Guía para padres - Cómo criar hijos que confíen en ti

Establecer relaciones íntimas y cercanas con los hijos, es tan importante como enseñarles disciplina y ponerles reglas claras. Crear espacios de confianza es fundamental para mantener el diálogo fluído a lo largo de todas las etapas de la vida.

Por Ignacia y Javiera Larrain | 2013-07-25 | 15:27
Tags | guía, padres, paternidad, maternidad, niños, hijos, educación, relaciones, infancia

*Esta columna fue publicada originalmente en 2013.

Cecilia y Paula tienen hijos adolescentes. Conversando en un café, Cecilia le dice a su amiga:

-"¡Te envidio! Ojalá tuviese la relación que tienes con tus hijos. Logras tener conversaciones de temas profundos e importantes. A pesar de las peleas propias de la edad, tus hijos te validan a ti y a Juan como padres y consideran sus opiniones. No le hacen asco a irse con ustedes un fin de semana y no les mienten para conseguir permisos, sino que les dicen las cosas a la cara".

"En cambio, mis hijos llegan a la casa y se encierran todo el día en la pieza. Por más que les propongo panoramas, se rehúsan. Cada vez que les pongo un tema de conversación, terminamos peleando. Cuando les pregunto cómo están, sienten que les estoy invadiendo su privacidad o atacando. Con Fernando tenemos que obligarlos para que salgan un domingo de la casa con nosotros, todo lo que les ofrecemos les da lata, y la peor parte, si llegamos a estar solos, siento que no tenemos de qué conversar, la relación es poco fluida y a veces hasta cuento los minutos para que llegue un tercero a romper la tensión. No entiendo cómo, a pesar de que siempre has sido bien estricta con el cumplimiento de las reglas en tu casa, tus hijos son muy cercanos a ti... ¿Qué haces para que sea así?" 

Paula le responde: 

-A pesar de que siempre me han importado las normas y trato de hacer que éstas se cumplan, desde que eran muy chicos, me he preocupado de crear espacios de intimidad y cercanía con ellos.

Creando intimidad

Cecilia le pregunta cómo ha logrado esos espacios, a lo que Paula le señala un listado de actitudes necesarias para desarrollarlos:

- "Preocupándome de tener instancias y tiempos exclusivos con cada uno para tener relaciones individuales. Una vez a la semana me preocupo de tener un momento de tú a tú, ya sea salir de paseo, a tomar un helado o jugar juntos a algo que le guste, que me acompañe a hacer un trámite o cosas por el estilo". 

- "Siempre me he involucrado en sus intereses. A Tomás lo acompaño a sus partidos de fútbol, veo películas románticas con la Anita, aunque para mi sea una lata y me preocupo de escuchar sus ideas y validárselas".

- "Cuando llego del trabajo, aunque esté agotada, me doy el tiempo para conversar de lo que han hecho en el día. Cuando eran más chicos, algunos días, hacíamos un juego que consistía en que cada uno debía responder alguna pregunta como por ejemplo 'qué fue lo que más me gustó del día de hoy' o 'qué aprendí  hoy'.

- "Después de un enojo, castigo o pelea, trato siempre de generar un espacio de reencuentro. Le demuestro que lo que me molestó no es él o ella, sino la conducta particular que realizó. A pesar de que hago que asuma las consecuencias de sus acciones, le muestro que lo sigo queriendo y que mi cariño es incondicional."

- "Con mi marido nos preocupamos de hacer panoramas entretenidos, atractivos para ellos. Para esto nos hemos preocupado de generar, desde que son chicos, intereses y actividades compartidas. Por ejemplo, desde que eran chicos salíamos a andar en bicicleta juntos. Y esos es algo que aún hoy hacemos y que nos mantiene unidos y conectados". 

Ante la experiencia de Paula, Cecilia se da cuenta de que con Fernando no le han dedicado el esfuerzo ni tiempo suficiente a generar una relación de intimidad uno a uno con sus hijos. Como nunca es tarde para comenzar, deciden poner manos a la obra e involucrarse más en sus intereses y en sus individualidades.

Donde hay un rayado de cancha, debe haber un juego de equipo

Podemos afirmar que la educación de los hijos requiere de una sana combinación de dos factores. Por una parte, es necesario un adecuado “rayado de cancha” en el que se marquen los límites de lo que está permitido y lo que no. Sin lugar a dudas, las normas y rutinas favorecen la convivencia y dan seguridad al niño. Pero si el proceso formativo se centra sólo en esta dimensión, queda incompleto y lo más probable es que se produzca un gran deterioro y empobrecimiento de la relación entre padre e hijo. Por eso es fundamental  la creación de espacios de intimidad y cercanía, y tener una relación cargada de afecto.

Para lograr el equilibrio entre normas y afecto, es clave aprender a disfrutar junto a los hijos. Es necesario poner toda la creatividad y el buen humor al servicio de la creación de instancias donde padres e hijos lo pasen bien juntos y experimenten sentimientos positivos. De este modo, se fortalecen los lazos y se crea un vínculo cercano, el cual sienta las bases para tener una relación de confianza. 

Si un niño, desde que es pequeño, cuenta con los espacios para “estar de verdad” con sus padres, para conectarse emocionalmente con ellos, en los que se sienta valorado simplemente por ser quien es, se está sembrando y cultivando una relación de intimidad con sus progenitores con sólidas raíces. Una relación basada en la confianza y sostenida sobre los buenos recuerdos. Una relación donde existe la capacidad de expresar los propios sentimientos y preocupaciones ya que no se duda de la incondicionalidad del amor. 

No se trata tampoco de creer que los padres deben convertirse en “los mejores amigos” de sus hijos. Por el contrario, siempre se deben mantener los roles claros. Pero si desde que los niños son chicos nos damos el tiempo e invertimos energía en construir un vínculo cálido y de aceptación, existirá en el futuro esa complicidad y cercanía que permitirá al hijo saber que puede contar con sus padres siempre que nos necesite.