Imagen: César Mejías

Porque no todos somos jefes: 6 claves para no ser un empleado pastel

Suelen destacarse las actitudes de un buen jefe, que lo hacen eficiente y amable a la vez. ¿Pero qué hay de los empleados? Mane Cárcamo hace un perfil con las características ideales para ser un buen trabajador, que todos debiésemos considerar.

Por Magdalena Cárcamo @manecarcamo | 2017-01-11 | 16:30
Tags | trabajo, jefe, empleado, líder, buen empleado, oficina

Siempre hablamos acerca de las cualidades y virtudes que deben tener los buenos jefes. Les pedimos empatía, conocimiento de su equipo, talento, manejo de crisis y mil competencias más que hemos comentado en muchas ocasiones. Sin embargo hoy, yo que en los últimos 16 años he sido mayoría del tiempo una feliz y agradecida empleada, quiero poner en la discusión las características que tiene que tener un buen empleado y compañero de trabajo.

Porque aunque todos quieran emprender y ser independientes o ser jefes, hay que asumir que no todos tienen (o tenemos) las ganas o los talentos para hacerlo. Y también reconocer, que un empleado que trabaja con excelencia muchas veces es más productivo y necesario que un gerente con más cartones que kiosco de la lotería.

El buen empleado es proactivo

Pregunté a muchas personas sobre este tema y esta fue una de las características más nombradas. No es incompatible estar en la segunda línea y querer hacer cosas nuevas, proponer desafíos estimulantes y además resolver los problemas de manera autónoma. Es más, creo que esa actitud es la que permite que se pueda crecer al interior de un trabajo y asumir nuevas responsabilidades. El conformismo y la pasividad producen irritación. Y por favor amigo… no pregunte si es mejor llamar o mandarle un mail al cliente para confirmar la asistencia a la reunión. TOME DECISIONES Y EJECUTELAS SIN MIEDO.

El buen empleado es crítico con respeto y sabe administrar la queja

Tal vez una de las cosas más propias de nuestra cultura es ser adictos a la queja en grupo. Frases del tipo: “Acá el sueldo lo pagan con billetes del metrópoli”, “El almuerzo lo hizo el chef de Colina I”, “Es imposible trabajar con este calor”, “No sé cómo quieren que nos vaya bien si la gerencia comercial es más fome que acuario de almejas” y una larga lista de etcéteras que más que ayudar, solo contaminan el ambiente y al final no solucionan nada. El buen empleado es lo suficientemente correcto y choro como para ir directamente donde el jefe y plantear aquellas cosas que considera que se podrían hacer mejor. Y lo más importante, terminada esa conversa, el buen empleado no la anda publicando y comentando por cuanto pasillo hay en la oficina. Los códigos de privacidad y respeto son un dogma de fe para el buen empleado.

La palabra del buen empleado vale

Cuando dice que va a llegar a una hora lo hace, cuando se compromete a entregar un informe aunque haya un terremoto lo manda, cuando asume una responsabilidad lo hace con todo lo que aquello implica y no busca culpables para excusar sus faltas. Uno sabe que cuando esa persona dice algo se puede confiar a ojos cerrados. No se necesitan notarios como ministros de fe, ni mail con copias a toda la empresa, ni timbres de recepción, porque el buen empleado tiene grabado a fuego que la palabra compromiso se cumple pase lo que pase. Una cualidad en franca vía de extinción.

El buen empleado asume sus pastelazos sin rodeos y sabe pedir perdón

Que todos nos equivocamos y que lo seguiremos haciendo en una realidad indiscutible. ¿Habrá algo más enervante que esa persona que no asume, entrega respuestas más enredadas que cachipún de pulpo y siempre elude SU responsabilidad? Soy una convencida que el camino más corto para solucionar un condoro es: “Si, yo fui, mil perdones. Veré como solucionarlo”. Ese gesto se valora y además el buen empleado duerme tranquilo porque sabe que aunque se equivocó hizo lo correcto. Y la conciencia tranquila vale más que cualquier bono o premio. Bueno… no sé si tanto, pero en verdad vale mucho.

El buen empleado respeta el aire común

Me reí mucho cuando me comentaron este punto, pero más allá de bromas, la convivencia también afecta cuando se vulnera ciertos códigos de armonía. Si vas a llevar almuerzo, evita el jurel, la coliflor o el pescado frito. Te juro que esos menús NO hacen del mundo un lugar mejor. Y si fumas, ten misericordia con el que se sube a las 8 de la mañana al ascensor y se siente tirándose un piquero a un cenicero. Una buena pastilla de menta y una colonia portátil pueden ayudar a que te odien menos.

El buen empleado resguarda su privacidad

Cuando se trabaja en cubículos abiertos, la intimidad es un bien preciado y hay muchos que se echaron ese ramo en la Universidad. Pelear a todo volumen con el pololo con frases del tipo: “Eres un desgraciado, jamás les conté a tus amigos que te teñías las canas y tú a la primera publicas en tu Facebook que me voy a hacer una lipo” o poner en altavoz a la guagua y emitir todo tipo de ruidos mamones y preguntas como “¿hizo caquita? ¿Cómo está mi chanchito primoroso de mamá?”, son genuinas manifestaciones de amor, pero que pueden terminar con toda la planta peinando la muñeca y con severos deseos de homicidio. Trabajemos por un mundo en donde la privacidad se siga cuidando. POR FAVOR.

Ser un buen trabajador tiene un valor que muchas veces no consideramos. Esa persona que se preocupa de trabajar con excelencia, que le pone amor hasta al más mínimo detalle , que contagia buena onda, que es capaz de solucionar los conflictos con honestidad y respeto, que sabe poner los límites entre sus obligaciones laborales y su vida familiar es un talento que se debe cuidar y potenciar. Bacán el espíritu independentista y emprendedor, pero aplaudamos también a los que de manera magistral son felices trabajando para otros y haciendo de este mundo – aunque suene ultra cliché- un lugar mejor.

¿Qué otras características crees que debe tener un buen empleado?