El director español de cine Juan Antonio Bayona nos tiene acostumbrados a películas ultra emotivas y familiares. Hace unos años nos mantuvimos al borde del asiento con El orfanato, sufrimos de una manera terrible con Lo imposible, y hoy es turno de la adaptación de la obra de Patrick Ness, Un monstruo viene a verme, un drama disfrazado de cuento que está dedicado a un público más adulto que infantil.
Un monstruo viene a verme tiene como protagonista a Connor, un niño que está a punto de dejar atrás su infancia con los temores naturales que eso conlleva, y el inevitable deterioro de su madre por una enfermedad terminal.
Es entonces, que a este dramático escenario se suman las visitas nocturnas de un monstruo. Un ser con forma de árbol, que viene a relatar cuatro historias con la promesa de que la última, debe ser contada por el mismo Connor. Esa verdad que él mismo ha estado negando por mucho tiempo.
La fantasía en este caso, vendría siendo la válvula de escape para enfrentar la terrible realidad del protagonista. Por un lado, la soledad de Connor con una madre a punto de partir, y por otro, una vida que lo está obligando a madurar antes de tiempo. Su niñez está quedando atrás, y las decisiones que debe tomar tienen que ser rápidas, de lo contrario podría verse atrapado por el miedo y la soledad.
Connor se refugia en su imaginación, esa que ha sido heredada por su madre a través del dibujo y las caricaturas. Una de esas criaturas es el monstruo con forma de árbol, que de simpático no tiene nada y no planea ni mucho menos ser su "amigo", como nos tienen acostumbradas las películas clichés basadas en criaturas mágicas.
En todo caso, este monstruo (Liam Neeson en la voz) llega a cumplir una función muy específica dentro de la historia, más allá de si sea real o no, o si es parte de la imaginación de Connor, hay que leer entre líneas para descubrir el verdadero propósito de su presencia. El motivo que lo hace aparecer frente a la ventana de Connor cada noche se revela en algún momento de la historia, y es ahí cuando efectivamente uno empieza a digerir todo los diálogos, y empieza a encontrar similitudes entre la película y uno mismo.
Si algo tiene la película es que explora sentimientos muy profundos de los que hemos tenido que vivir un duelo. Reconozco que al ir a ver la película, fui con toda la expectativa posible de entretenerme y pasarla bien, pero una vez terminada la cinta, el nudo en la garganta era insoportable.
En un ataque de sinceridad les cuento que nunca me he emocionado tanto en el cine como ese jueves en la noche, y es porque Un monstruo viene a verme es un verdadero almanaque para entender nuestra realidad de "adultos" frente a la vida y la muerte. Todo a través del viaje emocional de un niño (como el que todos fuimos alguna vez) y del que todos podríamos sentirnos representados.
Tiene mucho de Un cuento de navidad de Charles Dickens, sólo que aquí no viajamos al pasado y al futuro (y tampoco tenemos como protagonista a un viejo tacaño). Aquí solamente tenemos el presente, y ése constante miedo de lo que pueda a suceder el día de mañana si llegara a faltar alguien querido en nuestra mesa.
Connor no es el típico mocoso que se cree héroe, es sino una versión bastante realista de un niño con una dura realidad, pero que debe lidiar con más de algún problema: unos matones en el colegio, la enfermedad de su madre, la presencia de su estricta abuela, y un padre que no puede criarlo. Dicho de otra manera, el niño no tiene descanso alguno, porque además sufre constantes pesadillas producto de sus más intensos miedos.
Ustedes entenderán entonces que Un monstruo viene a verme no es una película apta para cualquier persona. Bayona le da duro a la relación madre-hijo a un nivel lacrimógeno, y como no, si ese vínculo es algo único a pesar del tiempo y la distancia, de la vida y la muerte.
Por lo mismo, y siendo súper objetivo, entiendo que hay personas que no sintieron conexión alguna con la película, y más aún cuando hay una cartelera con estrenos taquilleros como Rogue One, Moana y Assassin Creed es normal que esta película haya pasado casi "desapercibida" en nuestros cines. Pero es inevitable destacar el desempeño artístico y actoral de los protagonistas Felicity Jones hacen un trabajo desde la fibra como el referente materno de Connor (Lewis MacDougall), quien para sorpresa mía, saca a relucir una interpretación extraordinaria: grita, ríe, llora, y nos derrumba, porque es creíble, porque lo siente.
Mientras gran parte de la prensa extranjera dedica líneas acusando a Un monstruo viene a verme de exhibicionista y de "abuso de emotividad", yo les pregunto: ¿qué es el cine sino un reflejo de emociones? Suena cursi, lo sé, pero que un trabajo como éste sea capaz de tocar nuestros corazones, es porque hay algo que se hizo bien en el camino.
Un monstruo viene a verme es un título que me gustaría tener en mi colección. Es una película que me gustaría regalar, porque entre sus fotogramas estaría regalando algo de mí. Es una experiencia compartida de principio a fin que estoy seguro que nos atraviesa y nos traslada a los rincones más profundos de la emotividad. Además tiene un arte exquisito, una fotografía potente, y una banda sonora que conecta los sentimientos de Connor con los del espectador en cosa de minutos.
Teniendo un torbellino de emociones a disposición, la recomendación es entregarse y aprender de ello, como terapia, como un cuento bonito, o como algo mucho más profundo, si es el caso. Lo importante, es que podemos descifrar el mensaje, abrir los sentimientos, y conocer ése monstruo que arde en nuestro interior.