Es muy fácil demonizar a los Videojuegos, ya que son una expresión cultural que no tienen más de 30 años de masividad en nuestro país. Tememos a lo desconocido, es lo natural; le tememos tanto que nuestro primer instinto es negarlo, enjuiciarlo, borrarlo absolutamente. Pero negar lo desconocido es negar lo esencialmente humano que es reinventarnos más allá de lo existente.
Ayer el Senado votó a favor del proyecto de ley que regulará la comercialización de videojuegos en Chile. En resumen, este proyecto de ley afectará de las siguientes formas la venta y arriendo de videojuegos:
Si bien a primera vista no parece algo “terrible”, la ley afectará negativamente a la industria puesto que:
El nuevo proyecto en el congreso, promovido por nuestros senadores Tuma, Sabag y García Huidobro, refleja más el miedo que la posibilidad de tratar problemas, acalla las discusiones y, lo que me entristece más profundamente, parte de la concepción que los ciudadanos todos que construimos cada día este país, somos unos inocentes e influenciables que requerimos el cuidado y protección de nuestro padre Estado, de nuestros centinelas de la moral, que son nuestra clase política.
Soy un enamorado por Chile y un agradecido de la industria del entretenimiento, de los videojuegos, que me han permitido y ser recibido con gentileza en distintas partes del mundo. Cada nuevo viaje, cada nuevo negocio y cada nuevo esfuerzo de nuestros emprendedores tecnológicos me hacen sentir más amor por este país, no por su prosperidad, si no por esa eterna promesa que reviste para muchos el crear cuando no hay “nada”.
Y hoy esta ley dice que como nación le hacemos el quite al problema de fondo, a la vez que dañamos económicamente al país por la ignorancia. Este daño económico viene por los esfuerzos y presupuestos que se gastarán en campañas informativas sobre esta ley, en costos adicionales para aquellas tiendas que venden videojuegos, para los consumidores y, en último término, para cada uno de nosotros, cuando esos dineros de las arcas fiscales se gasten en esta labor de promoción del terror y el desconocimiento, en lugar de dirigirse en mejorar nuestro bienestar como sociedad.
La raíz de esta ignorancia pasa por no conocer la industria, no en cuanto a sus contenidos, sino respecto de su modelo de negocios. Las consolas son el símbolo de la cultura gamer, sin embargo, ya son dinosaurios que prevén su propia extinción, así como fue antes con los arcades y flippers que hoy languidecen escondidos en distintas galerías y paseos setenteros.
¿Qué pasa con aquellos juegos, probablemente los más jugados por niños y jóvenes chilenos en laboratorios de Enlaces a lo largo de todo el país y en los cibercafés de barrio? Son gratuitos y están en línea, disponibles en cualquier computador conectado a Internet. ¿O acaso entre estos juegos no hay también contenidos que los niños debiesen evitar? ¿Nos hemos olvidado acaso de los juegos para las cada vez más comunes tablets y celulares inteligentes? No se preocupen, quizás les pidan a las operadoras telefónicas y retailers que cubran estos aparatos con cintas negras del 25% del ancho de la pantalla. Y qué me dicen de la piratería y el mercado gris que vive en conocimiento de todos. Compre su consola “desbloqueada” con 200 juegos de respaldo.
Pongámonos la mano en el corazón y revisemos la anécdota que da origen a esta ley: padre entra a la pieza de su hijo y se sienta a ver como éste juega un juego extremadamente violento. ¿De dónde sacó ese niño el juego, o el dinero para comprarlo? De seguro fue ese mismo padre “generoso”, quien compró el juguetito basado sólo el nombre que su retoño le dio.
Son los padres quienes no revisan esos juegos. Somos nosotros quienes no hacemos la primera acción fiscalizadora al aceptar abiertamente estos contenidos… Y con razón cuando los juegos como otros tantos bienes culturales y de entretención cuestan tan caro gracias a impuestos irrazonables.
El mercado del contenido tecnológico cambiará tan prontamente que estamos ya haciendo una ley obsoleta, con veedores ignorantes. Ignorantes, digo, porque será el Consejo de Calificación Cinematográfica el que evaluará los juegos.
¿Qué tal si apliquemos esta misma lógica a los otros productos culturales? Si aquellos del cine y la televisión fiscalizan a los juegos, que los autores de libros califiquen al cine, los actores a la música, los músicos a los libros y así sucesivamente, pues los creadores claramente no tienen el criterio o la fibra moral para observar y hacer crítica de su obra.
He aquí otra propuesta: Cubra el 25% de “Cincuentas Sombras de Gray”, no vaya a ser cosa que algún menor de edad lo lea y se traume. Aprovechando, haga lo mismo con “Palomita Blanca” y “Condorito”, temo que Yayita revolucione las hormonas de algún joven impresionable.
Ya que estamos en eso póngale la franja a los programas de farándula que retransmiten matutinamente las escenas más rojas del reality de turno, el video escandaloso “filtrado por error” y la picarona escena hot de la última teleserie nocturna.
Esta ley no me puede dejar indiferente, pues estuve personalmente en conversaciones mientras se gestaba. Señor Tuma, recuerdo bien hace un año en el congreso cuando nos llevaron a los “expertos” para complementar los puntos de vista. Recuerdo las caras de terminemos este trámite, la formalidad del escuchar sin ver a los ojos, para seguir con la agenda que ya teníamos de antemano. Y por favor, denos sus años de experiencia, pero que sea tan sólo en 15 minutos, vea usted que somos muy ocupados.
También recuerdo a uno de sus abogados, que no tendría más edad que yo, un astuto y genial comediante que creo se pierde escribiendo leyes. “Así que hace videojuegos... perdón, atonta niños”, dijo al presentarnos.
No se preocupen, los “atonta niños” seguiremos creando juegos para enseñar ciencias de nuestro país, rico laboratorio natural, para sensibilizar sobre la cultura de nuestros pueblos originarios, para integrar a los discapacitados, para expandir las fronteras del arte. Seguiremos nuestro plan maquiavélico de crear empleo y de formar en competencias para un capital humano avanzado, creativo y tecnológico, que atenta contra la economía del comodity basado en la explotación desbocada de las riquezas de un territorio que deberíamos proteger.
No son palabras al aire ni locuras de patio de escuela, son acciones de empresarios y de organizaciones de nuestro gobierno. Sólo enumeraré algunas pocas:
Queridos Senadores, cuando ustedes gusten nos podemos sentar a hablar, pero hablar en serio, de innovación, tecnología e investigación, palabras que abundan tanto en sus discursos, pero que claramente miran con desconfianza.
Estaremos encantados de asesorarlos, de mostrarles de lo que somos capaces, del potencial que ofrecemos para Chile. Pero para eso hay que partir con escucharnos con respeto, no con burlas; con atender a los argumentos, no a los prejuicios; con darnos siquiera el tiempo para exponer nuestras ideas y conocimientos.
De lo contrario, los avances nos pasarán por al lado, como tantas veces ha ocurrido, por la miopía de nuestros legisladores. La pelota está en su cancha.