En un momento se pidió sacar la leyenda “M. Night Shyamalan presenta…” de los afiches y trailers de sus films. Oh sí, así de mal estaba el sendero cinematográfico de Manoj Nelliyattu Shyamalan, su nombre de carnet. Algo que había sido su sello, su firma, literalmente, y que cuando lo leías decías casi sin pensar “¡ah! Esta peli debe ser buena”. Sí, porque incluso para él, jugar a ser Shyamalan ya era un eco o hasta una broma de anti marketing, lamentablemente construida sobre todo por una trilogía, para muchas y muchos, desastrosa: After Earth (2013) o cómo saturar la relación padre-hijo de Will y Jaden Smith pero en el espacio; The Last Airbender (2010) o cómo destruyes una de las series animadas de fantasía más queridas del último tiempo con actores caucásicos; y The Happening (2008) o por qué Mark Wahlberg le habla a una planta de plástico. WTF.
Hasta que James McAvoy tocó la puerta. Y tal cual interpreta al joven Profesor Xavier de los X-Men, aquí también lo hace con una mente problematizada y poderosa. Es Kevin, es Patricia, es Dennis, es Hewing, y otros 19 roles que dan con la esencia de Fragmentado (2017), thriller que juega con lo sobrenatural, del corte de lo mejor de Shyamalan, ese que hace más de una década nos hizo temblar de miedo y dotó de uno de los giros finales más inesperados, creando incluso el concepto del spoiler con “¡Bruce Willis está muerto!” en Sexto Sentido (1999); que revitalizó las películas de aliens con la subvalorada Señales (2002) y que, muy a tono personal, nos regaló a los ñoños y comiqueros la más real y notable película de superhéroes y justicieros incógnitos, El Protegido (2000). Su mejor film y obra maestra: Bruce Willis como guardia de seguridad que nunca se ha enfermado y sobrevive a un accidente de tren y su relación con Samuel L. Jackson, amante de las historietas y que sufre la enfermedad de osteogénesis imperfecta (sus huesos se rompan con la más mínima caída). La senda del superhéroe y su sombra. ¡Aplauso!
Así, Fragmentado nos relata los sucesos del secuestro de tres adolescentes en manos de Kevin, un joven que tiene un desorden psicológico y mental que lo hace lidiar con 23 personalidades diferentes en su interior. Un niño de nueve años, un obsesivo de la limpieza, una suerte de institutriz, un diseñador de modas, muchos. Todos en su mente y buscando la luz para tener su momento. Del encierro y la necesidad de escapar de las muchachas y el propio Kevin, sesiones en el diván que investigan una supuesta “bestia” por despertar, y planteamientos de temas como la evolución humana, la soledad y los traumas de niñez; Shyamalan construye este oscuro e intenso rompecabezas.
Además de ganar puntos por la originalidad de la historia, este film brilla a destajo por su elenco, partiendo por James McAvoy, que sostiene el film, exponiendo perfiles, rasgos, gestos, tonos, acentos y cuerpos diversos. Y el espectador lo percibe, sintiendo afecto, rabia, humor y miedo por quién esté de turno en cada escena, pasando a veces en segundos de un rol a otro; entregando descripciones con pequeños textos o a veces con silencios. Un seco, en serio. O para estar ad hoc, una verdadera bestia.
Y encerrada en este cuchitril tenemos de coprotagonista a Casey Cooke, con la joven actriz Anya Taylor-Joy, quien ya se lució el año pasado en The Witch, drama terrorífico que se ganó a la crítica especializada, particularmente por la figura y talento de Taylor-Joy. Que parecen gustarle los papeles de chicas raras (Morgan) y en esta ocasión es una hermética e introspectiva muchacha, la freak, de malas notas y sin amistades en el colegio, de quién poco a poco vamos develando sus habilidades y rollo. Luciendo por su belleza melancólica y por no ser la típica jovencita en busca de ayuda, sino por su independencia, astucia e intuición.
Es innegable que M. Night Shyamalan tiene un ego de proporciones. En sus mejores días llegó a grabar un documental falso (está en YouTube) donde vemos cómo unos estudiantes lo “filman” a él a escondidas confirmando la idea de que todas las cosas paranormales de sus películas en verdad eran parte de su biografía. Un chiste para reírse de él mismo, pero autobombo al fin y al cabo. Yo-yolan.
Bueno, Fragmentado no es la diferencia, aunque no de una manera literal. Sino desde su cinematografía, pues es una cita constante donde auto homenajea los mejores filmes de su propio currículum. Hay locaciones, parajes, textos y momentos que si eres seguidor de su cine, y de su mejor cine, verás como aparecen sutiles e inquietos, desde la Aldea hasta el Protegido.
Como que de una vez por todas fue al baúl de los recuerdos, de sus DVDs preferidos, y gritó: ¡la clave del éxito es mi pasado! Así que repitamos fórmulas: la tenue línea entre lo real y sobrenatural, las preciosidad de sus escenas, el manejo del misterio y la angustia; pero ahora con un personaje por sobre lo típico, tomándose su tiempo y amasando cada hecho en más diálogos que acción.
Además te remitirá al Silencio de los Inocentes; Mis dobles, mi mujer y yo; o la reciente No Respires. De lo sufrido a lo cómico.Y lejos lo más interesante y que le perdona cualquier ripio de guión, es que se aprecia que con Fragmentado no todo acaba aquí. Actuando casi como un mini Marvel, Fox o DC con la idea de expandir y relacionar este tipo de historias.
En definitiva, podemos decir que el mejor Shyamalan está de vuelta. No al 100, pero si recargado y con buen pie; sentencia que podía vislumbrarse por su anterior The Visit (2015), moviéndose con la historia íntima, familiar y de horror.
Pero eso, Fragmentado es una más que interesante historia de suspenso y drama, que entretiene, y que si eres fanático de su cinematografía, puede que hasta la aplaudas llegando al final del metraje. Pues como sugiere una de las mentes de Kevin, en los rotos está la evolución, en los caídos y atormentados; o en los que tocaron fondo, pero volvieron a ver la luz, la cámara y el terror. Como este poco humilde, pero atrevido director.