Imagen: César Mejías

El test del marshmallow y el secreto del éxito

¿Cómo se relacionan unos niñitos comiendo marshmallow, con el triunfo en la vida? Conoce el secreto del éxito (y de los marshmallow), hoy en El Definido.

Por Alvaro Lopez B. | 2017-07-10 | 07:00
Tags | Test del Marshmallow, voluntad, éxito, tentaciones, fuerza, motivación, metas

Hace un tiempo, un video se hizo bastante conocido. En él, vemos las reacciones de unos niños, que luchan por no comer un marshmallow. Aparte de lo anecdótico y simpático de ver sus caritas esforzándose, hay algo mucho más profundo en este test. Se trata básicamente del secreto para tener éxito en la vida… o al menos, algo muy parecido. Así que atentos, pues hoy en El Definido, les revelaremos ese secreto.

El test del marshmallow: qué es

Durante la década de 1960, el Dr. en psicología Walter Mischel, tras observar el comportamiento de sus hijas en la mesa y también tras luchar inútilmente por años contra la adicción al tabaco, se preguntó cómo y cuándo los seres humanos desarrollamos nuestro autocontrol, y qué importancia podía tener esto. Para eso, desarrolló una serie de experiencias, que desembocaron en su ahora clásico Test del Marshmallow.

Se trata de un estudio relativamente “simple” de ejecutar, y que consiste en lo siguiente: a un niño que está sentado junto a una mesa, se le entrega un plato con un marshmallow dentro. El adulto que conduce el experimento, le dice que saldrá de la habitación a hacer algo, pero que volverá en 15 minutos. Y que si el niño no se come el mashmallow, como recompensa, recibirá un segundo marshmallow. Pero si se lo come, no recibirá nada más.

En el experimento original participaron 32 niños, pero finalmente, fueron más de 600 quienes participaron en toda la serie de tests, que también incluía distintas formas de presentar la propuesta.

El video que se hizo conocido, mostraba justamente a algunos niños luchando por no comer el marshmallow, para así recibir la recompensa.

El test del marshmallow. IgniterMedia.

Resultados del test y sus consecuencias

En general, sólo un tercio de los niños consigue aguantar hasta que vuelva el adulto. Pero esto, que puede ser incluso anecdótico, en realidad se relaciona con algo mucho más profundo. La capacidad de resistir “la tentación”, o sea, de no darse de inmediato en el gusto, se llama postergación de la gratificación instantánea. Y es una herramienta esencial para nuestro desarrollo psicológico, humano e incluso espiritual.

Ustedes se preguntarán cómo es eso posible… pues, les cuento: se hicieron varios estudios de seguimiento, de los mismos niños que participaron en este experimento, y los resultados fueron asombrosos.

En un primer estudio, de 1989, se encontró que los niños que eran capaces de postergar la gratificación instantánea, eran cognitiva, social y académicamente “más competentes” que quienes no pudieron aguantar la tentación.

En el estudio que siguió, de 1990, se encontró que en los niños que resistieron la tentación, los puntajes en la prueba SAT (algo así como la PSU gringa), y la capacidad de conseguir sus objetivos y manejar el estrés, eran superiores a quienes no habían podido postergar su gratificación instantánea cuando niños. Incluso, ¡tenían mejor índice de masa corporal!

Posteriormente, cuando los niños ya eran adultos hechos y derechos, se les sometió a un escáner cerebral, y se encontraron diferencias estructurales en sus cerebros, donde quienes resistieron la tentación, tenían una corteza prefrontal más activa que quienes se comieron el marshmallow.

¿Cómo se aplica esto en nuestra vida diaria?

Al ser capaces de postergar la gratificación instantánea, somos capaces de decidir con la cabeza fría, qué es mejor para nosotros. De otra forma, nos comportamos como los ratoncitos del flautista de Hamelin, que nos vamos detrás de lo primero que nos ofrezcan, sin reflexionar qué consecuencias acarrea.

Ahora bien, esta capacidad de postergar la gratificación instantánea, no es algo fijo. O sea, se nace con ello, pero también se puede aprender. Se ha podido convertir a niños de “poco resistentes” a “muy resistentes” a la tentación, al enseñarles estrategias de autocontrol.

Y en efecto, durante el transcurso de los experimentos, los científicos vieron que algunos participantes pasaban de ser niños “poco resistentes”, a adultos muy resistentes a la gratificación instantánea, los cuales comenzaban a experimentar los mismos resultados positivos en sus vidas, que quienes habían partido desde niños siendo así.

Además, la postergación de la gratificación instantánea, se relaciona mucho con la tolerancia a la frustración, pues si me frustro rápidamente, es porque necesito mi gratificación... de inmediato. Como el nombre lo dice, instantáneamente. 

Charla TEDx - Joachim de Posada dice: No te comas el malvavisco.

Cómo potenciar el autocontrol

El Dr. Mischel hizo un descubrimiento clave en uno de sus experimentos. Encontró que existen aspectos “calientes” y “fríos” respecto a las metas que queremos conseguir. Por ejemplo, le dijo a uno de los niños, que imaginara el marco de una fotografía alrededor del marshmallow. Con esta ayuda, consiguió aumentar su resistencia, y pasar la prueba. Cuando se le preguntó qué había cambiado, el niño dijo: “Es que no te puedes comer una foto”.

Por lo tanto, debemos aprender a “enfriar” los aspectos que nos impiden alcanzar nuestra meta, hacerlos mentalmente menos apetecibles. Esto se puede conseguir, haciendo que el objeto “caliente” esté a una distancia inalcanzable, o cambiándolo de contexto. Imaginarnos en otro lugar o recordar experiencias no relacionadas, también puede funcionar (contar gnomos feos, monjas con caries, jugadores de fútbol).

Y aunque algunos tienen facilidad natural para esto, también es algo que se puede entrenar y potenciar, pues como indica el Dr. Roy Baumister, la voluntad es como un músculo: se le debe entrenar para que se fortalezca, y también se puede agotar si uno abusa de ella, por lo que también necesita descansar (o sea, no estar batallando 24/7 contra las tentaciones). Según Mischel, las capacidades que nos permiten postergar la gratificación, son las mismas que nos permiten tomar decisiones, a pesar de las tentaciones que nos empujen en otro sentido. Así, el decidir cuándo y qué queremos hacer, permitiría, según este investigador, que poco a poco dejemos de ser víctimas de nuestros propios deseos. En otras palabras, nos volveríamos mucho más libres que antes.

Y como en este artículo ya les dimos consejos respecto a la prima floja de la gratificación instantánea, la procrastinación, ahora les entregamos 7 técnicas rápidas que les pueden ayudar con ese autocontrol:

1. Hacernos cargo: asumir que somos responsables por nuestros actos, y que no es "la tentación" o los demás quienes nos "empujan" a hacer las cosas, sino que somos nosotros mismos quienes las realizamos, nos da mayor libertad y control sobre nuestros actos.

2. Metas específicas: mientras más específica la meta, es más claro el camino a seguir, y nos parece más evidente lo que debemos hacer. Nos indican el cómo de manera sencilla. Entonces, en vez de plantear vagamente "comeré mejor", es mejor decir: "dejaré de tomar 3 litros de helado por las noches", por ejemplo. Nuestras metas deben seguir este criterio: ser específicas, medibles, alcanzables, realistas, y con duración específica.

3. Monitorearnos: revisar nuestro propio avance ayuda a concentrarnos en la meta, y hace que los hábitos sean mucho más fáciles de cambiar.

4. Motivación: esto es un poco obvio, pero mientras más queremos lograr un objetivo, más dispuestos estamos a hacer esfuerzos y sacrificio. De hecho, existe una relación matemática. La fuerza de nuestra motivación, viene de multiplicar cuánto valoramos nuestra meta, por la posibilidad de que esta ocurra. O sea, si no hay posibilidad de que ocurra (posibilidad=0), entonces la motivación también será nula. O si no valoramos realmente la meta, lo mismo, el día del níspero lo vamos a conseguir. Así que ojo con nuestra propia actitud, y esa pequeña gran diferencia entre lo que creemos querer, y lo que queremos realmente y que demostramos con nuestros actos.

5. Evitar tentaciones: debemos ser capaces de anticipar las situaciones, y tomar medidas proactivas, que impidan que uno sucumba a la tentación. Por ejemplo, no dejar la comida a la vista, o bien eliminar el objeto problemático del lugar donde uno vive.

6. Convertir el autocontrol en un hábito: el hábito surge de patrones de comportamiento, y no de actos individuales separados. Si decidimos dejar de fumar, pero esa misma semana nos fumamos “un puchito”, total qué nos va a hacer… caemos en el error de pensar que ese acto individual, no es parte de un patrón de comportamiento. Al identificar patrones de comportamiento, y seguirlos (o evitarlos), es mucho más fácil conseguir las metas.

7. Crear decisiones automáticas: debemos tener claro lo que debemos hacer, con anterioridad a lo que ocurra. Por ejemplo, decirnos: “Si alguien me habla de una forma que no me gusta, respiraré hondo y contaré hasta 10, no importa lo que pase”. O bien: “Si voy a un restaurant, no voy a pedir la copa de helado con cuatro pisos y resbalín para invitados”. Al repetir esto muchas veces, comenzamos a asociar en forma inconsciente la situación con su respuesta correspondiente, hasta que se forma un “piloto automático”, que nos hace actuar en forma innata, de la manera deseada, y permite mantener los buenos hábitos.

¿Cuáles son las técnicas que usas para no sucumbir a los “marshmallows” de tu vida?