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*Esta nota fue originalmente publicada en 2017.
¡Qué lata! ¡Eso no me gusta! ¡No sé qué hacer! Estoy aburrida…
Rodrigo escucha esas frases cada día más seguido de su hija Francisca. Es adolescente, etapa donde el aburrimiento y la “lata” son más frecuentes por el cansancio asociado a los diversos cambios físicos. También, Francisca tiene más ganas de salir, pues ha descubierto nuevos intereses (como el teatro), y la familia y la casa han dejado de ser su principal lugar de entretención.
Pero su hijo Jorge de 9 años se queja de lo mismo. Lo extraño es que los niños antes de los 11 ó 12 están en una etapa evolutiva caracterizada por el movimiento, la exploración y el asombro, por lo que no debería aburrirse tanto. ¿Por qué entonces hoy es común ver eso?
Una teoría que hace mucho sentido en los tiempos en que vivimos, es que nuestros niños están creciendo en un mundo con exceso de estimulación producto de las pantallas: televisión, celulares, tablets, computadores, videojuegos. Diversos autores, como por ejemplo la neuropsiquiatra infantil Amanda Céspedes, señalan que la exposición a las pantallas produce en el cerebro la liberación de dopamina, neurotransmisor asociado a la generación de placer, motivación y el deseo por repetir conductas. Es por esto que algunos niños llegan a desarrollar una verdadera adicción hacia las pantallas, pues el nivel de placer que experimentan jugando con ellas es difícil de lograr con otro tipo de juegos.
En el caso de los niños, al estar expuestos a las pantallas de forma excesiva, comienza a producirse una gran dificultad para entretenerse con otras actividades más simples, lo que los puede llevar a estar en un constante estado de aburrimiento y no sentir motivación por otros juegos (y sentir atracción solo por jugar con alguna consola, tablet o ver TV). ¿Qué hacer?
Medir qué importancia tienen las pantallas
Lo primero es evaluar si nuestros hijos suelen estar “simplemente lateados” o si más bien lo que presenta es un estado de aburrimiento constante, asociado a irritabilidad u otros síntomas físicos (como alteraciones del apetito, sueño y concentración). En este último caso, habría que evaluar si puede ser reflejo de un estado más bien depresivo. De ser así, siempre es aconsejable preguntar en su colegio cómo es el estado de ánimo del niño y buscar ayuda con profesionales.
Descartando lo anterior, podemos hacer un pequeño análisis de qué lugar ocupan las pantallas en nuestra familia para ver cuánto de esto está relacionado con el aburrimiento de mi hijo.
¿Cuánto tiempo pasamos nosotros frente al celular o computador? Si ellos nos ven constantemente usando tecnologías, nuestro ejemplo como padres les está transmitiendo el mensaje “Las pantallas son una prioridad en esta familia”… y como todo hábito a inculcar, el testimonio vale más que mil palabras.
¿Cuánto usamos las pantallas como castigo o premio? Si esta es una estrategia común en nuestra familia, nuevamente el mensaje que estamos enviando es “Es algo tan importante en la familia que te lo privamos cuando te portas mal o te premiamos con él”.
¿Cuánto tiempo dedican nuestros hijos a ver TV, usar su celular o jugar alguna consola? La exposición a tecnologías sin normas o regulación traen consigo consecuencias negativas para los seres humanos. Por ejemplo, la exposición por más de dos horas diarias se ha asociado a mayores índices de soledad, depresión, baja autoestima y menor rendimiento escolar.
¿Cuánto nos excusamos diciendo que los programas que ven y los juegos que descargamos son “educativos”? Cuando dibujan en el tablet están dejando de pintar con lápiz y papel (importante para el desarrollo de la motricidad fina, entre otras cosas), y cuando ven “Junior Express” están dejando de jugar con su imaginación.
¿Cuánto usamos el celular como remedio para mantener a los niños “tranquilos” y portándose bien (cuando en realidad están hipnotizados)? A pesar de lo útil que resulta inmovilizarlos mientras esperamos al doctor, la enfermedad que genera posteriormente es mucho más difícil de curar… el remedio genera adicción. Es más fácil llevar lápiz y papel y ponerlos a dibujar.
Es importante dejar claro que no estamos en contra de la tecnología ni creemos que es negativa, por el contrario, bien usadas, son un elemento que puede enriquecer la vida de nuestros niños. Sin embargo, su uso sin supervisión y en exceso es negativo.
¿Qué hacer para que nuestros hijos aprendan a entretenerse?
- Autorregularse con el uso de tecnologías. Como padres somos el primer ejemplo de nuestros hijos. Que ellos vean que no nos sentamos a la mesa a comer con el celular en la mano, que dejamos de jugar con ellos por estar en el computador, que no les respondemos por estar chateando. Ponernos a nosotros mismos límites y destinar momentos para hacer otras cosas, como leer, escribir, dibujar, correr, hacer deporte. Así les estamos enseñando a través del ejemplo que nos podemos entretener de muchas maneras.
- Poner reglas al uso de tecnología. No se trata de eliminar la TV y prohibirles el celular, sin embargo, es fundamental que sepan que tienen un tiempo limitado para exponerse a pantallas, que existen momentos para ello (no a la hora de la comida por ejemplo), y que existen ciertas cosas que pueden hacer y otras que no.
- Realizar más actividades deportivas. El deporte siempre es un buen aliado para aumentar la motivación. Buscar algún deporte que le motive, que puede realizar en el colegio, en algún centro deportivo o en la plaza con otros niños.
- Fomentar la vida al aire libre. Muchos viven en departamentos, por lo que no tienen un espacio al aire libre a fácil alcance. Sin embargo, esto no debe ser una excusa para que los niños no salgan a plazas a jugar, correr o compartir con otros niños. Si no es posible dentro de la semana, hacerlo los fines de semana. Pero darles la posibilidad que interactúen con la naturaleza, ya que esto despierta la imaginación y creatividad. Para quienes no pueden salir durante la semana, se puede ser ingenioso y buscar la manera de que “jueguen al aire libre” dentro de sus casas. Por ejemplo, permitirles hacer “casa clubs”, cocinar, sembrar una lenteja.
- Durante las comidas incentivar la conversación. Aprovechar los momentos del día en que la familia se reúne en torno a una mesa para conversar, conocer sus dudas, inquietudes, hablar sobre lo que ocurre en el mundo o en su mundo interior.
- Realizar paseos familiares. Aprovechar los fines de semana para hacer actividades juntos, ya sea ir a una plaza, museos, subir un cerro, visitar amigos, centro culturales, actividades comunales, etc.
- Desde que son pequeños, darles espacios para que jueguen solos, para que exploren y descubran por sí mismos y así despertar en ellos la creatividad. La curiosidad es innata en los niños y dejar que ésta florezca o se apague depende en gran parte de nuestros estímulos. Que sus juegos no sean siempre guiados, porque eso los hace dependientes de algo o alguien externo para entretenerse. (Dejarlos solos pero supervisar, siempre estar atentos).
- Darles espacio para el ocio. Cuando están aburridos, quitarle gravedad y jamás decir “los tontos se aburren”. Ayudarlos a explorar ideas y a buscar algo que hacer con su tiempo. Sugerirle que inventen algo con materiales de reciclaje, que jueguen con los elementos de la naturaleza, que dibujen o pinten, etc.
- Ayudarlos a descubrir algún hobby. Conversando con ellos y a partir del conocimiento de sus talentos, buscar alguna actividad que les guste, por ejemplo, manualidades, instrumentos, colecciones, etc. Estos intereses que se desarrollan durante la infancia, los acompañaran y servirán de entretención para la vida.
- Trabajo voluntario y tareas del hogar. En la medida que crecen es bueno fomentar el trabajo voluntario hacia la comunidad, enseñando que se puede usar el tiempo para ayudar a otros. Lo mismo con las tareas del hogar, de a poco darles responsabilidades como parte de su quehacer diario. Es una manera de colaborar con la familia y puede resultar muy entretenido para un niño.
- Fomentar la lectura. Leer es siempre un enemigo del aburrimiento. Ayudarlos a descubrir un libro, algún comic, alguna saga que les sea atractiva para su edad e incentivarlos a leer cuando no saben qué hacer. Incluso podrían partir viendo videos de algún Booktuber, para luego pasar al libro.
- Ayudarles a organizar su tiempo. Muchas veces la falta de organización los lleva al aburrimiento. Enseñarles cómo hacer buen uso de su tiempo es importante y una tarea que debemos comenzar desde que son pequeños. Para esto se puede usar un calendario u horario, de modo de definir tiempos para hacer tareas, y otros tiempos para actividades de descanso, como escuchar música, jugar juegos de mesa, manualidades u otras.
- Enseñar juegos clásicos a los niños. Muchas veces los niños conocen pocos juegos. Hay que darse el tiempo para enseñarle los juegos que a uno mismo le gustaban cuando chico y contarles las propias anécdotas al respecto. Por ejemplo, enseñarles a jugar al “paco ladrón”, “naciones”, “quemadas”, “tombo”, “la sardina”, naipes o cachos.
- El frasco mágico de las ideas. A veces a los niños les cuesta decidir qué es lo que quieren hacer en un determinado momento. Una forma de ayudarlos es tener un frasco o caja con palitos de helados o tarjetitas. En cada uno de ellos escribir una idea de algo que pueden hacer (por ejemplo: jugar a la pinta, colorear, jugar con plastilina, jugar cartas, armar torres con bloques, leer un cuento, jugar juegos de mesa). Así cuando nuestro hijo está aburrido le podemos sugerir que saque una idea del frasco mágico.
¿Qué haces para que tus hijos puedan combatir su aburrimiento? ¿Cómo le das espacio a la creatividad en tu casa?