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¿Tu hijo vive en las nubes? Cómo estimular su atención sin remedios

Porque no siempre es déficit atencional el problema, y es común que en el mundo de hoy le cueste concentrarse, te traemos los mejores consejos para que aprendan a poner atención.

Por Ignacia y Javiera Larrain | 2017-09-11 | 12:00
Tags | atención, desconcentración, déficit atencional, estímulos, Guía para Padres

Matías tiene 8 años y su mamá está desesperada, porque encuentra que es demasiado disperso. Muchas veces cuando ella le habla, él no contesta y “parece que estuviera en la luna”. Además, es totalmente incapaz de mantenerse más de 5 minutos haciendo una tarea o estudiando, por lo que las labores escolares suelen terminar en peleas. Sin embargo, ella cuenta que cuando se trata de un juego que le gusta, “¡ahí sí que puede estar atento por largos ratos!”.

Situaciones como estas son cada vez más frecuentes entre los niños en edad escolar.

Varias familias y colegios suelen enfrentar este problema derivando a un especialista quien con alta probabilidad, hará un diagnóstico de Déficit Atencional y le dará un medicamento. Si bien el abordaje farmacológico es muy necesario en los niños que efectivamente tienen este trastorno, también hay que ser conscientes de que en la actualidad existe un sobrediagnóstico de éste.

Muchos niños, en realidad presentan dificultades para focalizar y mantener la atención porque están interferidos desde sus emociones. En otros casos puede deberse a que el contexto en el que vivimos genera dificultades adicionales para lograrlo o a una falta de estimulación en este ámbito.

Reconociendo que existen casos de niños que requerirán de una evaluación y tratamiento especializado, hoy queremos centrarnos en la forma en que como padres podemos ir apoyando y fortaleciendo los procesos atencionales desde que son pequeños. ¡Así podemos prevenir una serie de dificultades futuras!

¡No te desesperes! Son otros tiempos

La velocidad con la que suceden los estímulos, imágenes y experiencias de un niño son infinitamente más rápidas que hace 20 ó 30 años atrás. Antes, el niño esperaba con ansias la programación infantil y una vez terminada, se iba a jugar y recreaba las aventuras de sus personajes favoritos. Hoy, puede ver monitos el día completo si quiere, buscando en la amplia variedad de canales o en YouTube. Su mente salta rápidamente de un contenido a otro, sin detenerse ni profundizar mucho en ninguno.

Los juegos de antes, también requerían de mayor preparación (¿quién no pasó varias horas armando la casa de muñecas o las láminas del memorice?). Hoy las pantallas plantean un estilo de entretención rápido e inmediato. El niño presiona un botón y tiene el juego desplegado. Probablemente mientras juega, encontrará otra aplicación más atractiva y su mente irá saltando de una a otra. Este estilo de procesamiento desarrolla habilidades como la velocidad, pero suele ir en desmedro de la profundidad y la capacidad de mantenerse enfocado.

A lo anterior se suma el que muchas veces nosotros como padres damos, sin quererlo, un modelo de “dispersión cognitiva”. Estamos con el niño hablando de un tema, pero de pronto nos llega un mail urgente o un whatsapp divertido y giramos el foco en 360° de forma abrupta y repentina, dejando muchos cabos sin atar.

En este contexto, no debe sorprendernos que cada vez sean más los pequeños a los que les cuesta enfocarse en un tema o finalizar lo que comienzan. Pero si somos conscientes de la gran plasticidad del cerebro infantil en los primeros años, ¡podemos hacer cosas que marquen la diferencia!

La atención en los niños

La atención es la capacidad que tiene nuestro sistema cognitivo para centrar la conciencia en algún estímulo determinado. Permite poner el foco en un aspecto específico de la realidad, dejando el resto en un segundo plano. Es por esto que se dice que la atención es la “puerta” para todo aprendizaje, ya que regula lo que entra o no entra al sistema.

Existen básicamente dos procesos atencionales: la atención focal (posibilidad de dirigir voluntariamente la conciencia sobre determinado estímulo) y la atención sostenida (tradicionalmente se conoce como concentración).

A medida que un niño va creciendo, aprende a enfocarse en aquellas cosas que le parecen más relevantes. Y así, poco a poco, sus períodos atencionales van aumentando en duración. A partir de los dos años comienza a surgir la atención voluntaria. En promedio, y solo a modo de referencia, un niño debiera ser capaz de permanecer atento a una actividad:

Imagen: vía Guíainfantil.com

¿Qué hacer para favorecer el desarrollo de la atención?

  1. Ayudarlo a fijar la mirada desde muy chico. Durante el primer año de vida, podemos mostrarle a nuestro hijo distintos objetos que sean llamativos y ayudarlo a permanecer observándolos por un período breve de tiempo. Para esto se pueden usar juguetes u otros elementos atractivos con colores, luces o sonidos. Estimularlo para que lo mire y explore y nosotros ir comentando en voz alta lo que él hace con el juguete y sus características, de manera que permanezca enfocado.
  2. Establecer contacto visual. Desde que es muy chico podemos enseñarle a mirar a los ojos cuando interactúa con otros. Buscar su mirada y cuando la “capture”, hacer algo divertido o llamativo que le permita al niño mantener el contacto. Cuando es un poco mayor, ir narrándolo en voz alta. Mostrarle con cariño que nos gusta mirarlo a los ojos cuando conversamos.
  3. Promover la atención conjunta (capacidad de prestar atención al mismo estímulo que otra persona, de forma simultánea). Por ejemplo, si están leyendo un cuento, que nuestro hijo lo vaya mirando en la medida que lo leemos y juntos observar el animal, la flor, etc. Para un niño el mejor refuerzo es recibir nuestra atención, por lo que darse cuenta que están juntos mirando y atendiendo a lo mismo le resulta muy gratificante.
  4. Realizar juegos que favorecen la atención. Cuando es un poco más grande podemos enseñarle a manejar su atención a través de diversos juegos simples, como el memorice, ojo de águila, conecta cuatro o incluso el “gato”. También pueden ser muy útiles las láminas en que deben encontrar las diferencias o las de “buscando a Wally”. También hay otros juegos sencillos que no exigen usar materiales y que podemos jugar en el auto o en una sala de espera, como por ejemplo el “veo veo”, decir palabras de una categoría sin repetir o poner una serie de objetos a la vista y esconder uno sin que el niño lo vea, para que luego adivine qué es lo que falta.
  5. Enseñar a terminar lo que comienza. Al conversar o interactuar con nuestro hijo, debemos intentar finalizar los temas y actividades antes de iniciar uno nuevo. Así estamos modelando un estilo cognitivo que persiste hasta alcanzar el objetivo, en vez de “picotear” y dejar muchos temas inconclusos.
  6. Enseñar a profundizar. En la medida en que es más grande y podemos establecer una conversación con él, privilegiar la profundidad por sobre la velocidad. Por ejemplo, en vez de comentarle muchas noticias o anécdotas de forma rápida, detenerse en una de ellas, pedirle su opinión y elaborar juntos un argumento.
  7. Contar historias. Narrar breves anécdotas o cuentos de interés del nuestro hijo. Luego se le puede hacer preguntas que impliquen recordar lo que escuchó. Por ejemplo, ¿te acuerdas cuantos chanchitos eran?, ¿en qué país ocurrió esta historia?
  8. Ayudar a jerarquizar. Una de las técnicas que favorecen la atención es aprender a diferenciar lo central de lo secundario. En diversas situaciones cotidianas podemos preguntarles ¿qué es lo más importante que tienes que hacer ahora?, ¿cuál es la tarea más urgente?, ¿de qué tema estábamos hablando? Este tipo de preguntas le ayudarán a mantener el foco en lo importante y a retomar el hilo de lo que es prioritario, sin “irse por las ramas”.
  9. Enseñar hábitos de estudio. Como todos los hábitos, el de estudio también debe ser enseñado, no aparece solo. Mientras más temprano los ayudemos a adquirirlos, más estables serán y le ayudarán a enfocar y mantener su atención en las tareas escolares. Enseñarles a trabajar en un horario definido, en un mismo lugar, con buena iluminación, que cuente con los materiales necesarios y haya pocos distractores. Todo esto le dará una estructura externa que facilitará su concentración.

¿Tiene tu hijo problemas de atención? ¿Qué otros consejos agregarías?