Uno tiende a mirar al pasado y observar como vivía la gente en esos tiempos, las costumbres y situaciones que nos parecen hoy insólitas y como hemos mejorado a través del tiempo. Pero en un día de reflexión en la ducha, se me ocurrió hacer el mismo ejercicio, pero al revés. Es decir, preguntarme: ¿Si estuviéramos en el futuro y giráramos la vista al pasado ¿Qué aspectos de la vida que hoy llevamos nos parecerían insólitos?
Sorprendido por la magia de la ducha para abrir la mente, comencé a nombrar cosas: el hecho de que en el living de mi casa tenga un cilindro de metal en el cual prendemos fuego, por ejemplo, o el movilizarse en aparatos que funcionan a explosiones. Pero luego pensé que estos aspectos ya están siendo superados con el poder de la electricidad, con automóviles y estufas eléctricas. Esto me llevó a la segunda epifanía del día: me di cuenta de que si yo viviera en un futuro fantástico donde la electricidad fuera transportable sin necesidad de cables, lo que más me sorprendería seria el cableado eléctrico. Esto me lleva al tema principal de mi columna.
El cerebro humano es una máquina de precisión increíble y una de sus tantas funciones es la visión. Para garantizar una visión integral el cerebro realiza muchas labores simultáneamente, como girar la imagen que llega invertida a la córnea o enfocar la vista en lo que queremos ver. Esta última característica es la que nos permite admirar un animal a través de los barrotes de un zoológico o así mismo, observar un paisaje ignorando el cableado eléctrico. Pero ¿Alguna vez le han tomado una foto a un animal en cautiverio o a un paisaje bloqueado por líneas de alta tensión? Si lo han hecho se habrán dado cuenta que, aunque en el momento en que tomaron la fotografía ustedes admiraban un hermoso volcán o un simpático lémur, en la imagen no se admira para nada la majestuosidad de estos, ya que este aparato no tiene la capacidad de eliminar lo que no nos interesa, como si lo hace nuestro cerebro.
¿A qué voy? A que, aunque nuestra cabeza nos “engañe” y en nuestro día a día el cableado eléctrico no nos afecte, en momentos de reflexión, admirando un paisaje o en “ataques artísticos”, dibujando y fotografiando entornos, el cableado eléctrico es un problema muy grande. Si uno hace el ejercicio de fijarse en los cables en vez del paisaje o ciudad, uno se da cuenta de lo feo que en es este en realidad. Pero lamentablemente es un mal necesario… ¿No?
Cuando terminé de secarme el pelo y vestirme, bajé las escaleras para comentarle a mi padre (ente máximo de sabiduría en el hogar) mis reflexiones y mi conclusión final, pero para mi sorpresa, él no estaba del todo de acuerdo conmigo. Dijo: “Sí, efectivamente es un mal necesario, pero también es cierto que es un medio mal usado”. Para cuando termino su explicación fui a “wikipediar” la información que me había dado y descubrí con sorpresa que era cierto.
¿Sabían ustedes si una empresa telefónica “x” instala un cableado eléctrico para un servicio que usted contrató con ellos y luego de unos meses, por alguna razón usted decide cancelar el servicio, esta empresa “x” no está obligada a retirar el cableado? Así, cuando uno contrata una nueva empresa “y”, ésta instala nuevos cables y los cables de “x” quedan en desuso, pero colgados. Esto me dejó indagando, ya que significa que se podría evitar tener esos verdaderos “fardos de cables” colgados de los postes.
En conclusión, el cableado puede ser un mal necesario, pero con una legislación correcta, podríamos evitarnos la cantidad excesiva de cables que no sólo contaminan visualmente, si no que en ciudades de altas precipitaciones y vientos, como en mi ciudad natal, Puerto Montt, éstos, al cortarse, también generan un peligro público y medioambiental.