¿Está todo mal en Chile?

Nuestro lector Gonzalo Vidal se pregunta si es necesario que demos vuelta por completo al país.

Por Gonzalo Vidal @GoVidalR | 2013-08-26 | 16:11

Los movimientos sociales del último tiempo han puesto sobre la pizarra una gran cantidad de falencias que sufre el modelo económico y político de nuestro país. Sin quedarse en la búsqueda de cambios accidentales, estas revueltas han llegado al punto de pedir un giro en 180 grados, haciendo peticiones tales como educación gratuita, mayor participación del Estado en la economía, cambio completo del sistema previsional e incluso una asamblea para redactar una constitución que sustituya la vigente hasta el día de hoy. Es decir, cambiar completamente el camino por el que va Chile, porque Chile está mal.

La pregunta que todos nos hacemos ahora es ¿está verdaderamente mal Chile? Y la respuesta es, a primera vista, un contundente no. El desempleo está a niveles bajísimos, el crecimiento a niveles altísimos y la inflación completamente controlada. En un mundo en recesión estos son logros titánicos. Además, el PIB per cápita ya está cerca de los US$ 20.000 (PPA), hace unos años nos incorporamos a la OCDE (y somos el país con mayor crecimiento dentro de esta) y se estima que en poco tiempo seremos considerados, por fin, un país desarrollado.

Sin embargo hay un tema que, mirándolo superficialmente, es legítimo criticar, y vaya que se le critica a nuestro país: la desigualdad en la distribución del ingreso. Chile tiene un coeficiente de Gini (el índice más utilizado para medir este aspecto) de alrededor de 0,5. Con toda razón, todos dicen que es algo que hay que cambiar, pues este valor es uno de los más altos del mundo (a más Gini, más desigualdad). Es decir, efectivamente, como dicen los dirigentes sociales -y particularmente los estudiantiles-,  en Chile hay un pequeño grupo de personas que se lleva una gran cantidad de riquezas del país.


Ahora bien, en primer lugar cabe mencionar, en defensa del modelo económico chileno, que el coeficiente mencionado se ha mantenido constante desde que se tienen datos (cerca de 45 años). Por consiguiente, hay que rechazar de plano el mito de que nuestro modelo nos ha hecho un país más desigual y que el crecimiento ha sido solo para algunos. Por otro lado, si en vez de analizar (tal como lo hace el profesor Claudio Sapelli en su libro Chile: ¿Más equitativo?) la desigualdad de ingresos, analizamos la movilidad social intrageneracional, nos daremos cuenta de que estamos mejor que Francia y Estados Unidos, entre otros países desarrollados. O sea, un niño que nace pobre en Chile tiene más probabilidades de surgir y subir de estrato socioeconómico que un niño que nace pobre en Francia.

Por último, este número que tiene a todo el país de cabeza, el Gini de 0,5, no necesariamente significa que todas las políticas públicas implementadas para disminuir la desigualdad del ingreso hayan sido infructuosas. ¿Por qué? Porque  las políticas públicas que buscan disminuir la desigualdad (que son sobre todo las de educación) están dirigidas a un público objetivo (en el caso de la educación a los jóvenes) y no a la población total. Por consiguiente, no tiene por qué cambiar el Gini total de la noche a la mañana. Un análisis por generaciones de edad como el hecho por Sapelli en su libro, nos muestra que las generaciones jóvenes son mucho menos desiguales que las generaciones de mayor edad  y que lo que falta para que cambie el Gini de la población total, es que haya un recambio generacional.


En fin, sin perjuicio de que aún queda mucho camino por recorrer y mucho que mejorar, es claro que la situación chilena no es de la gravedad que nos quieren hacer creer los movimientos sociales.