En estos días de diciembre, donde todo debiera ser un ambiente de festividad y alegría, me he sorprendido por la onda quejumbrosa en la que estamos los chilenos.
En vez de estar bailando al ritmo del jingle bells y decorando con felicidad el arbolito (muchas veces termina en pelea familiar por decidir quién pone la famosa estrella) nos he (y me he visto) con una tendencia al alegato por los más variados temas.
Entonces pensé, ¿somos buenos para quejarnos los chilenos? Y, ¿de qué nos gusta quejarnos? Como me imagino que hay poco tiempo para leer esta nota, entre la amiga secreta, el almuerzo de fin de año y el paseo escolar entre otros, aquí una pequeña y rápida lista.
Los chilenos nos quejamos por:
Gritamos a los cuatro vientos que estamos agotados, pero de todas formas preferimos morir antes de perdernos una de las mil iniciativas que JUSTO se nos ocurre hacer en esta época del año. Porque siempre alegamos de por qué no se hace el paseo de curso antes, la comida de fin de año en noviembre, la junta de los 20 años del colegio en el primer semestre y bla, bla, bla.
Pero cuando nos incluyen en el grupo de whatspap del famoso carrete, somos los primeras/os en responder al “¿Quién se suma? “ “YOOOOO” y después andamos agonizando cual video de Thriller por las calles de la ciudad.
Propuesta: asumir nuestra calidad de canapé de huevo calladitos y gozar sin alegar.
Posteamos en las redes sociales que cómo es posible tamaño descriterio, que recién los niños están guardando las mochilas, que no nos dan ni 15 minutos para sacarnos el año escolar del cuerpo y ¿qué pasa? El 5 de marzo estamos pidiendo desesperados datos de lugares en donde aún queden cotonas y zapatos de colegio.
Nos vemos corriendo a un supermercado en Chuchunco porque nos avisaron que quedaba un par y sudando la gota gorda por no haber sido más previsores.
Propuesta: jamás pelar a la mamita o papito responsable que el 5 de enero tienen todo listo, y es más, hacerse su amigo para que te comparta los datos y así lograr que el 5 de marzo SOLO estés preocupada de elegir que serie verás en Netflix.
Nos fascina pelar al colegio de nuestro hijos, vociferar que estamos chatos con la cantidad de tareas, o con los malos resultados en las mediciones tipo SIMCE o PSU y decir que los profesores son barreros, tincados, demasiados estrictos o relajados, demasiados cuáticos o indiferentes… en resumen vomitar un sinfín de quejas vía whatsapp o en las más diversas actividades sociales, respecto a este tema.
Y siempre me pregunto, ¿no será mejor resolver las cosas en el lugar indicado… el colegio por ejemplo? Si sabía que el colegio que elegí tenía ciertas características, ¿por qué opté por él?
Propuesta: leer el proyecto educativo antes de postular, si ya estamos ahí ser constructivos con las críticas y hacerlas en los contextos que corresponden. Y viajar a nuestra época escolar en donde nuestros papás confiaban en los profes y más que enemigos, los veían como aliados. Porque no por nada estudiaron para eso y porque soy testigo día a día de cómo dan su 100% por jugársela por sus estudiantes.
Conozco a no pocas personas que tienen tanta aversión por el presidente de turno que le echan la culpa hasta de los kilos que han subido después de las vacaciones. TODO pareciera ser responsabilidad de él o la presidenta. El alcoholismo juvenil, la mala alimentación de los chilenos, el que no te den el asiento en el metro es culpa del socialismo (por resentidos) o del neoliberalismo (por individualistas), el frío o el calor, los temporales o la sequía, que Chile pierda o gane en el fútbol, sea lo que sea, pero la culpa siempre la tiene el gobierno de turno. AGOTADORES (ojo que siempre hacen sus críticas en los blog de Emol con MAYÚSCULAS)
Propuesta: primero vaya a votar. Segundo, respete a la autoridad solo por el hecho de haber sido elegido de manera democrática y si lo va a criticar hágalo con argumentos inteligentes y absténgase con epítetos del tipo “guatona”, “bracitos cortos” o calificativos que más que denigrar al político en cuestión, evidencian nuestra poca profundidad para disentir con altura de miras. Si no me cree, dese una vuelta por Twitter y hablamos.
Este es un clásico de clásicos que amo y sigo con devoción. “No veo TV nacional, solo Discovery”, “¡Qué espanto el programa Vértigo! Menos mal que ese mismo día dan Grandes Culturas Grecorromanas en “History Channel”, “¿Se han fijado en lo decadente de los programas de la televisión? No entiendo como hay público para eso”.
Son solo algunas de las frases algo Pepe Pato (se me cae el carnet, pero va el link) que se escuchan en las sobremesas de un domingo cualquiera. Pasan 7 días y en la misma mesa, las lenguas no le dan tregua a los comentarios acerca de los codazos entre los rostros en la Teletón, los mejor y peor vestidos en la Gala de Viña, el escándalo de la semana de Primer Plano o el cumpleaños de la Argandoña… típico chileno.
Propuesta: aceptarnos como somos y dejar de ser víctimas de la dictadura de lo cool. Se puede gozar con el ballet nacional y los videos de Lucho Jara. No hay pecado ahí queridos lectores.
Esto va principalmente para los santiaguinos, perdónenme vecinos de La Quinta y el resto del país.
“¡¡Esta ciudad no da para más!! ¡Santiago está invivible!”, “¡Necesitamos mejor calidad de vida!” Quejas recurrentes que escucho entre mi amigos que viven en la capital y que se grafica en sus estados de agotamiento, desánimo y que los tiene con más estrés que negociador de la Nueva Mayoría con el Frente Amplio.
Sin embargo cuando les sugieres que se vayan en bus a Valparaíso, que se tomen el metro para ir a trabajar o que compartan el auto con los vecinos, te abren los ojos más grandes que emoticón de whatsapp. Nos quejamos de los tacos y el colapso, pero ¿hacemos algo en realidad por cambiar el estado de la ciudad en la que vivimos?
Propuesta: vivir con alegría nuestra condición de citadinos crónicos o al menos hacer el esfuerzo de emigrar a provincia. Les prometo que hay un mundo allá afuera queridos santiaguinos. Que vale la pena conocer y vivir.
Y finalmente como dice el proverbio: “Si tu mal tiene remedio ¿por qué te quejas? Si no lo tiene ¿por qué te quejas?” Vale la pena considerarlo.