La meta no es la meta

¿Para qué perseguimos metas? ¿Y qué metas valen la pena? En un mundo en que el éxito viene predefinido por la publicidad, el Barbón busca algo con más sentido.

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-08-27 | 09:15
Tags | éxito, felicidad, realización, objetivos, metas, publicidad
"La publicidad trata de hacernos creer que la felicidad ya está definida, etiquetada, estandarizada y rankeada"

Siempre se habla, medio en broma, que antes de morir hay que tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Es decir, como mínimo tenemos que hacer esas tres cosas, porque sería mejor aún si criamos y educáramos un hijo, escribimos un buen libro o logramos que el árbol que plantamos de frutos. Y si es más de un hijo, más de un árbol y más de un libro, mejor aún. 

Digo “medio” en broma, porque en verdad es medio en serio también. Vivimos en una sociedad tan enfocada al logro que, a modo de broma, ya tenemos estandarizados los logros mínimos que debe alcanzar una persona antes de morir. Y mientras más logremos superarlos, mientras más lejos lleguemos, mejor ¿no?

El caso del Chino. 

Siempre pienso en el ejemplo del Marcelo Ríos. El Chino llegó a ser el número 1 del mundo en su disciplina, pero la prensa y nosotros como público, no dudábamos en juzgar sus reacciones en las conferencias de prensa o sus problemas familiares. Porque no importaba que hubiera logrado conquistar el puesto número 1 del tenis mundial, estaba viviendo otros procesos, y vivir procesos no está permitido, lo importante son los logros, a tal punto que más de algún desubicado alguna vez osó cuestionarlo por no haber ganado un Gran Slam. ¿Alguien se preocupaba realmente de Marcelo Ríos era feliz? No, porque se entiende que nadie con ese nivel de éxito puede ser infeliz. 

Vivimos evaluando el valor de las personas enfocándonos en sus logros, sus metas, sus copas (y lo hacemos también con nosotros mismos). ¿Concebimos la posibilidad de que alguien sea más feliz sin tener un hijo, ni escribir un libro, ni plantar un árbol?

Metas ¿para qué?

Yo creo que el ser humano necesita metas, las necesita para ser profundamente feliz. No se trata de algo que solo lo ayude a levantarse en la mañana con más ganas, sino que las requiere para sentir que está haciendo con su vida algo importante y trascendental. Pero para sentirlo es necesario que esa meta, ese logro, ese proceso que esté viviendo esté vinculado con sus anhelos y sueños más profundos respecto a la vida. Si yo me propusiera ser el Top 1 del ranking ATP estaría perdiendo mi tiempo, porque es una meta que no tiene ningún sentido para mí. Porque hay una sutileza que a veces olvidamos, y es que luchar por alcanzar metas y conseguir objetivos no tiene ningún sentido por sí mismo. No todas las metas son igualmente importantes para cada uno de nosotros, y es por eso que la elección de nuestros objetivos personales se vuelve tan importante. La verdadera clave para sentirnos profundamente realizados es elegir correctamente nuestras metas, para que estas sean herramientas para caminar hacia nuestros sueños. 

El verdadero desafío.

El gran desafío que vivimos en este mundo estandarizado es la búsqueda de nuestro camino personal realización. La publicidad trata de hacernos creer (para que compremos el producto que promociona) que la felicidad ya está definida, etiquetada, estandarizada y rankeada y que nuestro camino es simple: mientras más arriba, más feliz y más realizado. Pero la verdadera dificultad, porque no es nada fácil, está en darse cuenta que no necesariamente es así, que es posible que nuestro corazón, espíritu, o como quieran llamarlo, necesite algo distinto, algo propio. Un objetivo que ante los ojos de los demás pueda parecer una nimiedad o una locura, pero que llene nuestra vida de sentido. Es ahí donde se encuentran las metas realmente importantes para nosotros, las que nos harán verdaderamente felices. Porque las metas no son el objetivo, sino tan solo una herramienta, un medio para alcanzar un fin más trascendental: la realización.