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Estrés de fin de año y Navidad: ¿cómo lo hago con mis hijos y conmigo?

Porque diciembre reúne todas esas cosas que deberían ser bellas, pero nos tienen tirándonos las mechas, aquí algunos consejos para que ni tú ni tus hijos naufraguen en este fin de año.

Por Ignacia y Javiera Larrain | 2017-12-18 | 14:30
Tags | Navidad, fin de año, familia, estrés, sentido, orden, tranquilidad
“Debemos saber que nuestras capacidades de afrontamiento se verán desafiadas y debemos intentar dar una respuesta lo más creativa y flexible que se pueda”

Nos acercamos al fin de año y en nuestro país, al igual que en el resto del hemisferio sur, se juntan en esta época el cierre del año escolar y laboral, la preparación para la Navidad y las vacaciones, el calor y la mayor cantidad de horas de luz que hacen que nos acostemos más tarde.

Los niños pasan todo el día en la casa, hay que reorganizar la logística, se suman las celebraciones y actividades de fin de año, la compra de regalos y el cierre de diversos proyectos. Junto a ello, este año particular tenemos que agregar el clima propio de un año electoral. Todas estas variables hacen que esta etapa del año pueda llegar a ser bastante tensa y que, en muchos casos, podamos sentirnos cansados y agobiados.

Cuando experimentamos esta tensión y cansancio como padres, solemos estar más irritables y menos tolerantes con los niños, lo que puede traducirse en más peleas dentro de la casa y menos capacidad de disfrutar en familia. Nada más opuesto a lo que debiera ser el ambiente navideño.

La Navidad, más allá del sentido religioso, es una fiesta que debiera ayudarnos a estar y compartir en familia, a pensar en lo que necesita el otro, en detalles que nos ayuden a hacer felices a quienes queremos, a expresar el cariño que sentimos hacia las personas que nos rodean. Pero las múltiples presiones de fin de año, muchas veces nos llevan a que sea uno de los períodos en que más corremos, menos tiempo tenemos y más agotados nos sentimos.

Muchas veces traspasamos la irritabilidad propia de este período a nuestros hijos, ya que ellos son muy sensibles a nuestros estados emocionales. Es así como aparecen más “mañas”, pataletas, peleas y otras conductas disruptivas que terminan aumentando nuestro cansancio y malestar.

Si a eso le agregamos la ansiedad de consumo que genera la publicidad en nosotros y en los niños, la verdad es que el panorama se ve muy poco navideño.

¿Qué podemos hacer frente a esta realidad?

Lo primero es parar, reflexionar y tomar conciencia de que este es un período de mayores exigencias. Debemos saber que nuestras capacidades de afrontamiento se verán desafiadas y debemos intentar dar una respuesta lo más creativa y flexible que se pueda.

Luego:

1. Tener claro el sentido que queremos darle a esta etapa del año

Debemos cuidarnos de no caer en un activismo extremo y sin sentido. Para eso es necesario darse espacios para pensar en lo que estamos viviendo y decidir de forma consciente qué sello queremos darle al fin de año. Cuando nos ponemos un propósito claro y definimos las actitudes que queremos que predominen en nuestra familia, es más probable que podamos vivirlas en el día a día.

Por ejemplo, podemos decidir que ésta será una etapa de mayor tolerancia, o que intentaremos tener más paciencia de la habitual. O proponerse pasar todos los días un momento de diversión con los niños (aunque sea breve), a través de armar un puzzle, salir a caminar, chatear la pelota unos minutos, un cuento divertido, etc.

Tener un objetivo claro para esta época nos puede ayudar a mantener el centro y a no perdernos entre las cosas urgentes, olvidándonos de lo importante.

2. Priorizar y saber decir que no

Si bien las actividades de fin de año suelen ser muy entretenidas para grandes y chicos, a veces es necesario elegir entre ellas.

Cuando no queremos perdernos nada, entramos en un ritmo demasiado acelerado; corremos todo el día y sentimos que no “estamos” realmente en ninguna parte. La vida supone hacer opciones y junto con ello renuncias. Es sano que nuestros hijos nos vean jerarquizar y asumir que tenemos límites y no siempre podemos estar en todo. No pasará nada si decimos que “no” a un evento o actividad por priorizar un poco más de tiempo para uno, la familia y descansar.

3. Mantener hábitos saludables

Siempre es necesario cuidarnos a nosotros mismos, de manera de estar en las mejores condiciones emocionales para contener a nuestros hijos. Sin embargo, esto resulta especialmente crítico en los momentos de mayor estrés, ya que nuestro organismo requiere de un equilibrio para hacer frente a las mayores demandas del entorno.

Por eso es necesario que nos preocupemos de que nosotros y nuestros hijos: podamos dormir la cantidad de horas que corresponde, mantener una alimentación equilibrada y hacer ejercicio físico regular.

Puede ser muy útil y entretenido salir a caminar por el barrio con los niños en la tarde, cuando baja el calor y volvemos del trabajo. También es aconsejable no caer en dar tantas “golosinas” para amenizar el día, sino aprovechar las ricas frutas de estación.

4. Buscar espacios para descansar y compartir

Si conscientemente nos programamos y creamos instancias para disfrutar en familia tendremos uno de los principales antídotos contra el estrés de fin de año.

Con actividades y panoramas simples que realicemos en familia, podemos descansar, conectarnos con nuestros hijos y mostrarles lo que es verdaderamente importante. Puede ser desde salir a tomar un helado, caminar, pasear al perro, ir al parque juntos, hacer un picnic, cocinar juntos algo rico o ver una película en familia.

5. Flexibilizar algunas rutinas

El término del período escolar significa que se acaban las tareas y los niños tienen menos exigencias. Es por esto un buen momento para darles un espacio de relajo, como por ejemplo, permitiendo que coman, se bañen y acuesten un poco más tarde, que jueguen más tiempo afuera, que vean un poco más de televisión o que inviten a más amigos.

Sin embargo, no es recomendable que se eliminen todas las rutinas familiares. Por el contrario, acordémonos que los hábitos permiten optimizar tiempos y ahorrar energía.

6. Organizarse con tiempo y activar las redes de apoyo

Los niños de vacaciones suponen una reorganización de la logística domésticas. Ver quién se quedará con ellos mientras los padres trabajan, definir qué actividades harán en el tiempo de descanso y planificar sus almuerzos, traslados y panoramas supone todo un desafío.

Si se hace con tiempo y se pide ayuda a las redes de apoyo suele resultar mejor. Esta es una buena instancia para involucrar y pedir apoyo a los abuelos, padrinos u otros miembros de la familia que puedan tener mayor disponibilidad de tiempo. Otra posibilidad es que participen en algún taller o academia de verano, hay varias municipalidad que ofrecen esta opción de manera gratuita.

7. Los regalos de Navidad

Hacer regalos en esta época debe ser algo que se hace con cariño y con el sentido de hacer felices a quienes queremos. Debemos evitar que se convierta en una locura de consumo, ansiedad y compras. Ahora, ¿cómo?

Con los niños puede resultar útil ayudarlos a pensar y elegir un regalo que realmente quieran, que sea acorde a su edad e intereses y que aporte a su desarrollo (en vez de pedir miles de cosas, dejándose llevar por los comerciales y modas).

Con los adultos, una buena idea es hacer grupos para jugar al amigo secreto, de modo de regalar a una sola persona. Así podemos hacer un regalo pensado, con sentido y no caer en un exceso de compras. Junto con todo esto, puede ser una buena idea pensar en una persona o familia que no recibirá un regalo en Navidad y hacerle llegar un regalo con cariño.

En esta nota que publicamos hace un tiempo, pueden encontrar ideas de regalos constructivos.

Es posible hacer que el fin de año se viva con profundidad y serenidad. Depende de nosotros. De este modo ayudaremos a nuestros hijos a mantener un estado emocional armónico, lo que los ayudará a regularse, sentirse más seguros y disfrutar de un período del año que debiera ser de los más alegres y entretenidos.

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