Volver a ser niños
Por
Isidora Varela | 2015-05-07 | 13:51
<p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Colegio, universidad, trabajo,
familia, una o dos semanas de vacaciones y listo. Eso es lo que, a mí parecer,
define a grandes rasgos y de forma lamentable el camino que la gran mayoría ha
seguido a lo largo de la vida. Y a pesar de ser una ruta con altos y bajos,
puede también ser un viaje monótono y desesperante.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Desde hace un tiempo hasta ahora
me he visto rodeada de gente que quiere “probar algo nuevo”. En eso me incluyo
y lo aplaudo, después de todo, la vida es muy corta y hay que aprovechar cada
momento, tal como hemos escuchado y leído una y mil veces. <o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Sin embargo, no puedo evitar
preguntarme qué hay de las cosas que solíamos hacer durante nuestra niñez y
posterior juventud. Esas actividades que muchos hemos ido dejando atrás de
manera silenciosa hasta llegar al punto de olvidarlas casi por completo. Cosas
que nos apasionaban, en las que destacábamos y que disfrutábamos realmente.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">El fin de semana pasado me junté
con una amiga/ex compañera de colegio y hablamos de todo esto, de las cosas que
solían hacernos felices, pero que con el tiempo y los ajetreos de la vida se
escondieron quién sabe dónde. Buscamos cosas nuevas que hacer, desde tirarse en
paracaídas hasta llegar a ser nuestro propio jefe y repito, apoyo la idea, pero
¿por qué no volver a hacer lo que ya nos gustaba? Retomar desde donde dejamos
(si el cuerpo no da, precalentar un poquito) y volver a lo que solíamos hacer
sin compromisos, sin competencia, sin tratar de complacer a nadie más que a
nosotros mismos.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">En mi caso, lo que me llenaba era
leer y escribir. Siempre con papel y lápiz en mano. Poemas, frases (propias y
robadas), cuentos por aquí, concursos literarios por allá y hasta una
publicación pequeña, pero formal cuando tenía quince años. Era tanto mi interés
que otros también le sacaban provecho: ¿le da lata leerse el libro para la
prueba de la próxima semana? Ningún problema, yo se lo leo en voz alta. De ese
toque. ¿Quiere engrupirse a alguna chiquilla pero no encuentra las palabras?
Cero drama. Yo escribo un poema, Ud. se lo adjudica y luego se lo dedica como si
fuese propio (a unos de mis mejores amigos le funcionó tan bien que después del
“¡Ay, qué tierno! ¡Me encanta! muack muack”, la chiquilla en cuestión aceptó su
propuesta de pololeo. Hasta el día de hoy me lo agradece y nos reímos).<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">Entonces, ¿qué era eso que le
hacía perder la noción del tiempo? Si no lo recuerda, he aquí algunos ejemplos
que mis amigos y yo hemos donado para que Ud. busque en su memoria: <em>BMX</em> (acrobacia en bicicleta), patinar en
<em>rollers, </em>andar en <em>skate</em>. Jugar con tazos, al <em>twister</em>, al cachipún dinámico, al cuarto oscuro, a la escondida, a los países, a la pinta, al “ring
ring raja”, al yoyo. Hacer maniobras con un diabolo, inventar coreografías,
coleccionar esquelas o calcomanías. Juntarse con los de su género (Club de
Toby/Lulú), pijamadas, fiestas
de disfraces, etc. </p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify">En fin, volver a tener un espacio físico y mental que nos
remonte para dejar de decir “¡tiempos aquellos!” y hacer de esos tiempos, este momento. Volver a hacer aquello que gozábamos. Volver a lo simple. Volver a ser
niños.<o:p></o:p></p>